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Miguel Ángel Gómez García




Todo recuerdo espera en la puerta como un espectro.

TESTAMENTO
Casi desde que empecé a escribir
siendo un explorador
que avanza hacia el vacío
han venido
matones
a tratar de asestarme
un golpe de rodilla en la entrepierna.
Todos los días aplastados,
todos los días marcados,
todos los días hinchados,
todos los días apretados
me han enseñado
que la literatura
permite comprender
la vida.
Bienvenidos
a mi voz amortiguada
tras los cristales.
Soy un cañón recortado.
Soy un respaldo alto.
Los críticos
tomaron
mi tarjeta, volvieron a leerla y la arrojaron,
dicen que soy un reportero
de sucesos.
Aun a través del cristal, mi voz
suena suave y profunda
entre un par de lámparas de pie
con pantallas de hilo.
A la mayoría de la gente
que escribe
se le oyen sus pesados pasos
dirigiéndose
con rigidez
al lirismo
sin poner
toda la carne
en el asador.
–Mírelos-
¿Y si son malos?-.
Escucha,
te aseguro lector que no soy dado a mentir,
Gombrowicz lo dijo
en su “Testamento”:
Yo no era nada, por lo tanto podía permitírmelo todo.

SOLEDAD
Dos o tres días después
de conocerte
mi soledad estaba
parada junto a tu puerta.
Fingí
que no me importaba
pero con ella busqué
tu nombre en el listín,
oímos juntos unos pasos lentos
arrastrarse
y luego la puerta se abrió
y miramos a la oscuridad
donde nada había.
Fue esa tarde en que te conocí,
eras
la mirada limpia de la mujer de mi vida,
te pasaste un mechón de cabello
por detrás de una oreja
y luego llegó
un perfecto cuarto de baño con bañera
y agua caliente,
y una habitación
grande llena de almohadones
y todo podía pasar…
Mi soledad se fue,
aquella que era linda,
había que verla consolarme,
llorar conmigo,
esa pobre vieja
me abrazaba cariñosa-
mente como si nunca
nos hubiéramos abrazado.

SE CIERRA TRAS ELLA
El corazón abre una puerta
invisible
en el lado opuesto del cuarto,
entra una mujer
hasta
el fondo mismo
haciendo un gesto
con una de las manos
más hermosas
que yo haya visto
y la puerta se cierra tras ella.

EL AMOR
Los presos se hablan
unos a otros, de una jaula a otra,
o se levantan y se estrechan las manos,
o se dan palmadas en la espalda
mutuamente.
Graznamos lo que somos
mientras se abre la cerradura
y tratamos de recuperar
un mínimo
de libertad de movimiento.
Ahora el hombre en la caverna
me dirige una mirada muy pensativa.

EL ESQUELETO DE LA PENSIÓN
El Esqueleto Grazné lo que Era me miró solemne,
su mano esquelética salió de la penumbra;
excusó su ignorancia con disimulo,
era un viejo buitre
que leía a William Burroughs
entre un chorreo de aguardiente:
yo me paso los días cuidándolo
y él a mí…
parecía dar por sentado
que yo conocía las obras de Ibsen.
Me trataba como si yo fuera un artista,
hablaba por los codos.
Dijo súbitamente envejecido,
súbitamente desilusionado que el esqueleto
que extravió su alegría
se llamaba Sandy y sin alegría
estamos muertos.
El Esqueleto de la Pensión y yo
deambulamos
unas cuantas horas buscando tiendas de empeño,
restaurantes donde no quitar ojo
a las golosinas para gato,
entramos a albergues de vagabundos
y regresamos a la habitación y,
envueltos
en una manta,
nos sentamos en una silla
que tiene un respaldo alto.
Abre la botella,
pone un vaso de chupito
en el escritorio,
y tranquilamente
lo llena hasta el borde.
él garabatea algo en un cuaderno,
yo también.

LOS QUE NUNCA LLEGARÉ A SER
Los que nunca llegaré
A ser
Se sientan en un sillón
Tapizado de lino.
Su rostro se endurece algo.
Sus ojos se vuelven atentos.
Cuanto más intensa la luz
Más cegadores parecen.
Buscan tus labios rojos,
Silenciosamente,
Ahora que nada puede ser igual.


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