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Uriel Martínez

 

PADRE LEAR

I
Señor, yo no soy digno
de que vengas a mí; envía
entonces una dotación
de euros para mi vejez.

II
Señor, si en ti está
recogerme, hazlo antes
de las elecciones, no quiero
ver el derrumbe.

III
Señor, mantén viva en mí
la llama del autoengaño,
no permitas que juzgue
a los mediocres que me rodean.

IV
Señor, te agradezco el obsequio
de cinco mil amigos en redes,
quienes cada domingo me alejan
de mis males y fantasmas.

V
Señor, haz que yo haga tierra
y descienda a tiempo
del globo de Cantolla, del
buque de Ulises y la chinampa
de Lupita.

VI
Señor, no me hagas extravíe
la razón, ni la brújula,
ni la rosa de los vientos,
mira que soy la última del alfabeto.

EL FORASTERO
De pronto, como de repente
llegan los recuerdos, apareció
como aparece la luna
en la maraña de nubes,
como el viento que levanta pelo,
ojos, cortinas y golpea puertas.
Le ofrecí asiento como se invita
agua al forastero, le quité
zapatos como se extiende
el tapete de noche al cansancio.
Le tendí el aceite de esencias
que anestesian, propio de
tendones, clavículas y bíceps
lastimados en orillas.
Antes de irse me recordó su nombre,
había olvidado el mío, la hora,
el lugar, yo no olvidé el sitio
de reposo. Retiraré de ahí cerca,
colindante con el fuego, la planta
de púas que abraza noches.

EL DESIERTO
Te dije baba de durazno
para que la boca se hiciese
agua;  y se hizo.
Te dije pencas de maguey
en el pelo; y la cabeza
fue coronada.
Te dije calor de albatros
y el cascarón reventó;
y cayeron.
Te dije sonido de corales
en el bajo profundo, emergió
luego el mástil.
Me dijiste guarda silencio
porque vienen nubes;
y lo hice, sí, lo hice.

Luego el desierto fue.

CAEIRO & Co.
quise abrazar a Pessoa
pero era De Campos
quien venía a mi
encuentro

quise invitar a casa
a Reis pero era Fernando
quien llegaba sin
encontrarme

quise acomodar el pelo
ralo y desgreñado en
el espejo distante de
Bernardo pero sin acomodo

ya de noche, resfriado
y con desaliento en puerta,
cama y sueños, reposé
en destellos de aurora

ya dormido, como el ovejero
de rebaños muertos, nadie
vino a mi encuentro.
Guardé luego mis apuntes.

EL ASEO
me visto tu pijama
y calzo tu calor ausente,
el aroma de tus ingles
y labios cerrados;

me lavo la boca con jabón
que lavaron tus manos,
que rozaron vellos,
canillas y dedos;

me paso por la yugular
la Guillette que redondeó
tu perfil, las tijeras
que cuadraron pómulos;

los filos que delinearon
la manzana de Adán
pasan lentos
por mi piel;

ya muy noche, cuando el silencio
acentúa tu ausencia, cansado
me tiendo, me eclipso,
te espero.

PEDERNALES
yo dormiría con la luz
encendida para verte
cada vez, pero no estás;
en tu sueño inquieto
trazaría en tu plexo
solar las saetas del santo;
con el pedernal de saliva
pintaría las gotas de un corazón
sangrante, primitivo;
con el ámbar de mis dedos
dibujaría la vía láctea
y un rayo, súbito;
adivinaría el arco que guardas
para noches especiales abajo
del ombligo, tenso;

yo dormiría con la luz
apagada, me reconciliaría
con mi sed, con la tierra
que me espera.

EL AMADO (VIII)
señor si no es mucha
molestia, recógeme
una tarde a 26 grados C.

un martes soleado
mientras releo manuscritos
ilegibles e incoherentes

envía señales anónimas
como hacen los cobardes
que no saben mostrar las palmas

de tal modo que yo pueda
prevenir a mis demonios
mi duermevela y prendas sucias

ni por error vengas
durante la siesta ni
el noticiero, te lo ruego

EL POLEN
se acabó el día como
se extingue el pabilo
del cerillo pelirrojo;
se agotó el último minuto
como el cabo
de sebo se extiende en el plato;
lavé el calzón amarillo
como girasoles del pintor
desorejado en el trópico;
lo colgué a secar en
el clavo una noche fría,
resfriada y con toses;
si la primavera trae
en las axilas polen, no
extrañes trastornos de nervios;
tampoco preguntes por movimientos
oscilatorios del tiempo, ni
por relojes de sol ni arena;
coge al mal tiempo por los cuernos
y hazle un crack. Termina
así el domingo.

LOS REPTILES
Durante un mes dejaré
abierta la entrada del sueño
para que vengas y veas
si duermo entre ceniza.
Verás que al remover rescoldos
ya no brota humo, ni
brasas vivas, ni mi aliento
empaña el agua.
Podrás asomarte al fondo
de ese estanque oscuro
en que me sumerjo
noche a noche.
Hallarás escaleras y peldaños
por donde suben o descienden
imágenes como se abre
un álbum sin hojas.
Pasado ese tiempo se habrán
separado rabo y tronco
del reptil que dimos
vida y dimos muerte.

EN OTRA CIUDAD
Abro los ojos, alcanzo el par
de calcetines, los volteo,
los enrollo y van al cesto
de ropa sucia.

Bajo a la cocina, caliento
agua, le pongo la dosis
precisa de café, apago
la flama y lo cubro.

Subo al cuarto de huéspedes,
corro la ventana, enciendo
el tabaco, recuerdo la oblea
bajo la lengua.

Bebo dos tragos continuos,
uno que calme la sed,
otro que instigue la imagen
balsámica.

Otro día, otra ciudad, otro paisaje.

IMAGINA
imagina el día dividido
en tres etapas: la de un sol
infernal, la niebla de tarde
y el resto nublado

imagina que antes de ocultarse
el día un ave atraviesa
desde lo más alto como flecha
callada y certera

luego imagina las horas
previas al sueño en que nadie
-nadie, oíste- toca, ni entra
ni pasa la noche ahí

supón luego que llega
la mañana queda, el agua
cristalina, las piedras
calladas de siempre

entonces, con el otro día encima,
imagina de nuevo el fuego,
el cenit, las brasas,
tus mapas.

LA VISITA
a esta hora venías no sé
si sediento de mí
o por huir de otras celdas;

llegabas como el hijo
que no halla al padre,
el que busca un castigo;

venías pero no tocabas
aunque te sabías llegado
como quien gana un diez;

no arrastrabas la cobija,
no encendías luces,
era nomás tu presencia;

nadie en sus cabales
llegaría como arribabas,
de una plaza pública;

y te ibas como habías aparecido,
sin yo saber si volverías,
nada más por saber de nadie.

LAS PIEDRAS
volverás a los lugares donde
fuiste feliz por un momento,
y querrás pernoctar en ellos;

visitarás parques, ríos y
alamedas de hojas nuevas,
de piedras lavadas por lluvia;

beberás de nuevo con manos
temblorosas a modo de cuenco,
los belfos ateridos, la noche;

querrás trepar columpios, ramas
altas, remontarte en brisas
nuevamente ámbar.

Pero nada de eso será posible,
y lo sabes, pero nadie impedirá
suponerlo, imaginarlo, recrearlo.

                                                           León

CORREDORES
Caminaré estos pasillos
y no habré llegado
a buen puerto;

mientras pueda bajaré
escaleras peldaño a
peldaño, tomado del pasavidas;

conservaré la vista
para verlos subir
de dos en dos;

de tres en tres me detendré
y seguirán de largo
porque fui una sombra;

el rencor no echará
anclas en la sangre,
sólo la intención de verlos;

y recordar cómo era
su vello subiendo
del pubis al cielo
de mi boca.


                                                      León



LOS CRISTALES
L
a noche anterior presagiaba
tormenta, bajas temperaturas
y pies helados

la madrugada siguiente no
parecía distinta a las otras
ni posteriores a ti

pero llegó la mañana
y alguien comenzó a arrojarnos
granos de elote como escarchas

que callados golpearon cristales
de anteojos, bocas, oídos,
muros y ventanas

con un trapo sucio me di
a la tarea silenciosa de contemplarme
en el paisaje denso de vaho

hasta que en el último
cristal, el que describe
la caída, vi tu nombre
inscrito.

LA ESCARCHA
cuando cae la noche
caen también los muros
del silencio;

cuando bajan los párpados
hay una sombra que altera,
lastima y sangra;

cuando muere el día
hay un manto de hielo
extendido, extenso, abarcante;

cuando llegas callado
al límite silente,
entonces los frutos ruedan

en cascada y llenos,
ahítos de sí se expanden,
se esparcen, se ensanchan;

sólo entonces, de nuevo,
aparece la escarcha
y te abrasa, te quema.


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