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Octavio Fernández Zotes

 

Algún día volverás a la casa en la que estuvimos
y no habrá nadie.
Las ventanas abiertas
habrán dejado huir, como un fluido,
el eco del calor y las palabras.
El silencio pesará sobre las losas
y un gemido de viento –última presencia-
avisará del fin. Entonces
explorarás el lenguaje permanente
de los ruidos que floten en el aire
y descifrarás, en etéreos diccionarios,
remembranzas del secreto de adioses y vacíos.
(De ‘Por si acaso la luz’)

DESPUÉS DE HABERME IDO

Después de haberme ido
habrá una nebulosa anímica oscilando
del olvido a la memoria, de
la memoria al olvido.
Pedazos de existencia,
como guedejas de lana
enredados en las zarzas del trayecto.
Heridas fermentadas;
heridas mal cerradas, heridas
aún heridas.
Algún último libro en la conciencia.
Algún ramo de sueño venturoso
arrancado del jardín de la utopía.
Son para ti;
esto es lo que hay y queda escrito
con dedo trascendente, como
un último aliento
hacia tu nueva atmósfera… que espera.

APOYA TU CABEZA EN MI COSTADO

Apoya tu cabeza en mi costado.
Háblame del dulce encanto del ocaso,
dime que fueron verdad aquellas cosas,
dime que el sol se ha ido, mas tú quedas,
y que solos, tú y yo, somos
los últimos resquicios
de esta oscuridad tan luminosa.

NOCTURNO

Cuando se extienden las alas negras de la noche,
cuando ya tan sólo queda
la lejana sinfonía del silencio,
me introduzco, buceando, en el misterio
de las sombras.
Y con ojos entornados
voy viajando por los campos de las rosas,
por los fuegos de los cielos encendidos.
Voy buscando una visión y, de repente,
refulgente, se aparece.
En la cumbre de mi sueño
surge un halo de fulgor. Una música
inaudita rasga leve los silencios.
Un momento. Es tan sólo un momento.
Nada más.
Te veo, te sonrío, me sonríes
y te vas.
Y yo quedo nuevamente caminando entre las sombras,
rebuscando
en los lugares más señeros,
donde yo me haya quedado
en algún feliz momento
impregnado de tu esencia.
Y luchando, sollozante, vuelvo a ti.
Es un momento. Es tan sólo un momento.
Nada más.
Yo te pido que te quedes, y la música
se para. Te oscureces, y te vas.
Caminando entre las hiedras de la noche,
con el alma tropezando con las piedras
de las falsas ilusiones,
el recuerdo de tu aroma
me despierta, pero ya tan sólo queda
el perfume dulciamargo de tu sombra.

LA CASA

La vida se vacía si brota el desaliento;
la casa ya no es la casa cuando es ceniza el fuego.
Algún mi antiguo abuelo,
-paredes y maderas, esencia de elementos-
hizo un refugio-nido
para sumar lugares
a la tibieza íntima.
Con las manos curtidas, con corazón e hijos,
hizo una masa espesa para arreciar cimientos.
Ahora el pueblo no es mi pueblo.
Mi pueblo era una casa
hecha con los acopios
de sudores y empeños.
Con la luz de candiles, alfabetos,
señales y enigmas de celliscas y sueños.
(Paréntesis de silencio)
El tiempo resbalaba mientras gemía
el viento, fricando los cristales.
La casa que el abuelo moldeara
que el padre sostuviera,
se hizo masa de tumba
y fue tumba con ellos.
Hoy sólo una sombra que habita la intemperie.
Ya no hay sol en las bardas y estremecen los silencios.

TUYAS SEAN LAS LLAVES DE LA CASA

Tuyas sean las llaves de la casa
y la pluma con que te dibujo
los frágiles espejos del olvido.
No se puede perder entre tinieblas
todo lo que se ha dicho,
todo lo hecho u omitido,
lo que he soñado y queda entre tus dedos.
Síntesis del frío, el hielo entre las grietas
va desmigando la corteza
de las rocas, pero el calor del recuerdo es suficiente
para matar al hielo
y devolverle inquietantes esplendores a la niebla.
No, no esperes a que mayo me regale
el espejismo de otros brotes nuevos, pues
hay que parar, desde la luz que aún quede,
ante el herético embestir de la tristeza.

CUANDO YA MIS PIES NO ESTÉN DESCALZOS

Cuando ya mis pies no estén descalzos
y no sean lentiscos el suelo de los pasos,
cuando cese el nubarrón que atemoriza
y el viento no restalle en la herida de la cara,
cuando ella no sufra el peso fatídico en su hombro,
cuando renazca la sonrisa,
entonces volveré y acaso sean
nuevas las letras del libro que me debo.

LA ESPALDA DE DIOS SE MUESTRA PÁLIDA

La espalda de Dios se muestra pálida.
El cielo no es añil ni la mañana limpia.
Hay ceniza en el anverso de las horas
y no hay brillos en los ojos que nos miran;
ojos que nos observan glaucamente.
No es que no quiera ser
lo que pudo haber sido: un ser confeso, redimido.
Pero hay profundas visiones en el hondón del alma
y hay guedejas desflecadas como restos
del día que antecede al día de la víspera.
Quisiera saber lo que el anhelo intuye:
oír el tremar del tiempo que regresa
o el aroma de las olas que fenecen
en un mar de disfraces sumergidos.

HAY EN EL DÍA

Hay, en el día,
la esperanza de que llegue la noche
como esperan los ríos regresar a sus fuentes.
Romper el velo al tiempo;
que jirones de sombras atraviesen la tarde.
Como si fuera mayo, así, cuando
cuelgan los ángeles su pan en las acacias,
alimentando los sueños de un hombre perdido entre sus pasos.
Por un mayo con pájaros, como leves guadañas,
que arrancaran briznas al desnudar el viento
al final de sus alas,
y se muestran sedientos devorando sus trinos.
Quiero ser sólo eso:
haz de luz en las plumas de las alas del pájaro,
trazar círculos, vértigos, sobre un mapa sin nombres.
Y volver a la higuera, y volver a la fuente…
Estrenando la sed y poblando el vacío.

HAY BADENES EN TODOS LOS CAMINOS

Hay badenes en todos los caminos,
hay regueros como cicatrices
rasgando geografías
pero no hay luz en todas las amanecidas.
Por eso nada digo ni me dicen. Nada espero.
Tal vez debiera dejar más abierta la ventana
en esa hora
en la que los más indigentes empujan sus carritos
para obstruir el regate de los gatos.
No sé bien qué es lo que buscan en los estercoleros:
¿desechos que rechazaron las gaviotas,
el usado calzado de algún vetusto líder,
trazos irritados de tiza en las paredes,
mondas de tubérculos o pomas
o palabras salvadoras de la Biblia...?
En este amanecer que nada trae, aprovecho
y arrojo mis palabras al vacío, puesto que nada expresan.
Y con la desidia del ausente
recojo los residuos de sus adoloridos silencios.

TODO LO QUE ALGUNA VEZ PASÓ SE HA VUELTO LOCO

Todo lo que alguna vez pasó se ha vuelto loco,
todo se quedó impreso en el acervo de los días.
Nada que hubiera en mí nació de nada.
Nada que en mí voló fue fortuito.
Soy sedimento de mil estaciones
Pasaron las horas y el cilindro de las lunas;
pasaron los hombres y las rosas; cosas.
Soy todo lo que arde, nada en balde.
Soy la sangre y el río; el tronco y el cálamo.
Soy tierra sembradía, reja de padre;
huerto que bebe y noria que se aburre.
Silbido de muerto y ulular de pasmo.
Amor terrenal y pájaro que rueda
Soy risa en abril y llanto de extrarradio.
Todo lo que arde en mí
es una eternidad que gira de memoria.


DESVAÍDO ENTRE LAS SOMBRAS

Desvaído entre las sombras,
borroso en tiempo y luz,
como un misterio,
un instante se quedó colgado
en la cámara gris de la retina.
Un instante, un solo instante…. Quizás
yo sonreía feliz junto al sonido,
una solitaria vez, de una voz en perspectiva.
Un momento que quedó atrapado
entre sigilos y sombras;
entre una leve luz de anhelo y tiempo.
Un encuentro
entre tu sonrisa azul y mi mirada pálida…

ESTALLA Y DESLUMBRA LA ALBURA EN LA PIEDRA

Estalla y deslumbra la albura en la piedra.
Un río neonato entona su canción de cuna.
El alma se extraña
y mide distancias que el águila traza,
se pierde en el cielo y el cielo la mece.
Y yo
me disuelvo en el bosque como bruma ligera
que nace materia, sangre, musgo,
en el tronco rugoso de las hayas viejas.
Voy bebiendo la esencia de la luz tamizada
que fluye y se duerme en las hojas.
En olor de olmos
se recrea mi ánimo vertido entre copas y líneas.
Llega al fondo de lo que aparece
y posee su nombre, sus gritos, y llora
por todas las sombras a las que renuncia.
Celebra una savia que ciega,
se aparta, se evade.
Y ya, a solas,
funde en la fronda tu estampa,
tu recia, inmutable presencia.
Y escribe a oscuras
el sagrado sabor del silencio.
Del dulce, elocuente, silencio
que habita e incita en tu boca.

NO ME DEJO ENGAÑAR AHORA POR EL MIEDO

No me dejo engañar ahora por el miedo
como nunca me dejé engañar por la esperanza.
Toco con mis manos la esencia
de mi propia compañía.
Dialogo con la sombra que siempre me persigue
y me declaro vivo.
(También puede ser vida un corazón maltrecho).
Hay luces en lo oscuro de las simas profundas
y hasta un cieno de luto reclama sus estrellas.
Perviven despojos de reflejos ocultos
en la arista cortante de los espejos rotos.
Arenas en profundidad de lo pretérito
donde nace el espíritu del nombre,
donde busco las palabras antagónicas
que se acoplen y copulen
hasta engendrar la luz que me introduzca
en esa sombra corroída por el ácido del sueño.

QUE NADA OCULTE EL SON DE LAS CHICHARRAS

Que nada oculte el son de las chicharras.
Que no les corte el cuervo el canto a las alondras,
que las paredes no sean cárceles;
abrir la puerta al campo y al cielo de Castilla
y dejar que la tierra te posea,
sin ruidos de tambores, sin bandos, sin banderas.
Dejar sin compuertas al cerebro y que respire
aire y silencio hasta borrar la asfixia. Y que teja,
con los escasos hilos que le resten,
la urdimbre del poema y que resbale
como agua por el pasto.
Poesía como viento que se eleve y contrarreste
el pesado peso de la prisa y los carámbanos.

COMO EL AGUA QUE EL SURCO BEBE ÁVIDO

Como el agua que el surco bebe ávido;
como un tren que a la noche penetra sexualmente,
sembrando estelas de luz con que encender un calendario:
así fueron los cálidos instantes que dejaron
fulgor y sombras a su paso.
Ahora,
sentado en el respaldo de las tardes;
hoy
que no llueve y las gotas no empañan los cristales del mundo,
repaso el paso de los días y los hombres.
Ahora, que la tarde se hace pérdida,
busco un camino nuevo donde reencontrarnos
contra el vuelo de los dinosaurios,
por si acaso regresan y no estamos.
Solo
contigo entre los surcos,
trazados y regados por la transparencia tibia de la tarde,
en un instante astral que nos une y nos asombra.

DE ENTRE LAS SOMBRAS EN LA TARDE

De entre las sombras, en la tarde,
como sangre de un dragón herido, nace
una ágil realidad que nos precede:
hoy viene a visitarme
la sombra disfrazada de algún jueves,
de una época inarmónica y pausada.
No se anuncia, es una tarde con pólenes,
esencias y brocados
de evocados jardines de Mesopotamia.
Cuéntame, Sherezade, de las ciudades previas,
de los campos Elíseos, de los sabios de Persia,
de los trozos de Troya,
de las mieles de Esmirna.
Paséame por Creta y el palacio de Knossos.
Trasciéndeme del ruido de las ciudades nuevas,
de las mansiones huérfanas. Llévame
con Sócrates por los meandros intrínsecos de Atenas;
súbeme, con Hesiodo, del Helicón por extrañas laderas,
hasta abrazarme con la áurea época repetible
en acordes trabajos para calendas nuevas.
No me excita la Historia de reyes y horizontes;
sólo las calles viejas transidas por las huellas
de huesos puntiagudos de lo que fueron hombres
y hoy laten en las piedras de Herculano o Pompeya.
Sólo ellas
me devuelven una sustancia entera para mi carne ajada;
me devuelven los versos del poeta de Izmir;
me renuevan los besos de bacantes etéreas
y ménades eternas, como suspiros últimos.

CUANTO MÁS TRANSPARENTE DEBIERA SER LA LUZ

Cuanto más transparente debiera ser la luz
vienen sombras chinescas que,
danzando, se me burlan.
Y ya no sé si estoy en un amanecer de lo recóndito
o en un atardecer de lo fatídico.
Tal vez por eso ahora, cuando pretendo,
ya sin temor,
destilar sobre mí la esencia de los nombres,
me percato
de qué largo ha sido el camino
y de qué manera
se me han cambiado los nombres de las cosas.

POR SI ACASO LA LUZ

“No entres sumiso en esa gran noche”.
Dylan Thomas.

Se pudiera decir que nunca supe
o que pude esconderme en los silencios
tras la máscara sarcástica del cómplice;
que he cegado los ojos a la luz,
la que de tan palpable hiere los diáfanos
cristales del inicio;
se pudiera decir que genuflexo
soporté la ira del dogmático.
Se pudiera decir…
pero he mirado
en el envés del mundo y sus suburbios;
he virado los ojos al rojo de la tierra
y he visto su superficie dislocada
por tabúes programáticos, por congresos,
por concilios que recalcan límites precisos,
por las trampas sin fin de las gramáticas.
He quedado perplejo, desnortado.
Se me revela la noche en su conjunto
y me rebelo…me rebelo.
Una luciérnaga al final de la conciencia va gritando:
“Rebélate, rebélate contra la muerte de la luz.”*

ACASO APÓSTOLES DE ÍDOLOS MODERNOS

Acaso apóstoles de ídolos modernos
prediquen nuevas religiones, nuevos paraísos terrenales.
Acaso sus mortajas se enajenen
clamando al dios de las ciudades nuevas,
rezando en los templos de los centros comerciales
y dejando talar los árboles sagrados.
Buscarán la verdad en la boca de los héroes moribundos
olvidando las pequeñas, las únicas verdades,
las de los pies de los niños que corren tras las mariposas.

EXILIO

Exilio
gotas
afiladas
lágrimas en punta
o los granos de arena de un castillo
abandonado
cuando termina el fuego
polvo de caracolas muertas
abisales espasmos en efluvios
pétalos secos entre las páginas de un libro en sepia
y un orificio en el frontal por donde entran
quién sabe si salen o se clavan
siderales momentos inconexos
finis terrea no era
era un lago de luz cerca del cielo
en donde el sol se encierra
por donde ellos se fueron
en un navío que se aleja
dejando estelas de niebla entre la niebla


POR SI NO ME DIERA TIEMPO A DAROS

Por si no me da tiempo a daros
la última y sincera despedida;
si partiera veloz y de improviso
“la nave que jamás ha de tornar”,
quiero aprovechar este momento
para poder deciros: que llegado he
al final de esta jornada
y ya doy la vida por vivida.
Lo que haya de ser, será mañana.
No me tiemblan la manos
ni encuentro motivos que me aflijan.
(Ando ligero de valija).
No me voy a dejar engañar por los engaños
de lejanos, sensibleros, paraísos.
No me engañaron docentes, no decentes,
que inventaron historias peculiares
de un más allá con premios o castigos.
Tampoco creí nunca en los cuentos
que me hablan de patrias restringidas
para consumo interno de clientes.
No me engañaron los inconsecuentes
sicarios, solidarios de boquilla.
No puedo cantar a la casa solariega
ni gané batallas infinitas.
Con mi amigo León Felipe,
nací del polvo y al barro no le temo.
He intentado jugar a cuantos palos,
fuera el azar, fuera el destino,
puso en mis manos la baraja:
días dorados junto a días ciegos.
(Cuando oros, oros; cuando bastos, bastos.)
No hubo ni triunfos ni fracasos;
hubo lucha, eso sí, contra la nada.
Con saña, dudé de lo indudable.
Nadé como pude en las crecidas
y gocé de las pausas relajadas.
Entre los claros que dejan las negruras
gocé del amor y de la niebla.
Me sorprendí como nadie en la sorpresa,
pero ya no supe sorprender a nadie.
Esperé tan tarde para el llanto
que comprimí en tres años lo vivido,
y por eso
tengo condensado el grito en la garganta
y siento dolor en las entrañas.
Quise ser imparcial, mas no he podido.
A veces me han dolido, hasta el desprecio,
algunos accidentes
que pueblan el camino violento
al que acudí, sin ser llamado.
Me he dejado llevar por arrebatos
cuando lo más prudente era el silencio.
Me enojan los eternos petulantes
que confunden el orto con las témporas.
Me harta la gente de manada
que repite la sempiterna cantinela
de prometer la gloria en este mundo.
Anduve siempre por camino llano;
no me gusta la vida ni la gente retorcida.
No gocé de los sueños de artificio
que engendran los ácidos lisérgicos.
Mi vida fue vulgar, pero fue mía.
Y si algo hay que escribir en una lápida
bastará con poquísimas palabras:
“Amó y, tal vez ¡por qué no!
alguna vez también fue amado.
Vivió obsesionado por sentir cercano
a ese pequeño ser llamado Hombre”.
Allá cada uno con sus cuentos,
con sus amores de película barata,
con sus “buenismos” de guardarropía.
No me gustan los elfos ni las hadas.
Y como no estoy nada seguro
de que pueda haber un día siguiente,
en previsión y por si acaso,
aprovecho hoy para deciros:
Adiós ¿hasta mañana?
Os espero en el borde del Ocaso
(Si alguna cosa hay que añadir
ya queda escrita,
con mala letra y peor tinta,
en algún mísero libro de poemas,
de este viejo que, al final del camino,
quiso jugar a ser poeta.)

QUÉ MEJOR PARÁBOLA DEL VERSO

Qué mejor parábola del verso
que la perla que la ostra en sí genera
por mitigar el dolor que le produce
una minúscula partícula de arena.

HAN PERDIDO LOS DÍAS MUCHAS HORAS

Han perdido los días muchas horas
y han perdido las horas mucho tacto
(¡ha borrado el asfalto tantas huellas…!)
Se perdió una ilusión de cuando entonces,
diluida
en afanes, en sueños, en destinos…
Sólo la tez marchita de lo escrito…

ME RESTAN FUERZAS AÚN PARA LA RISA

...Me restan fuerzas aún para la risa
y su ingrata sincronía con el llanto;
porque a veces me asombra aún el milagro
de un sentimiento fugaz que me rebasa:
me dejo seducir, me abro al abrazo.
Dejo un lugar abierto al sobresalto
en la esperanza de un verbo nuevo,
rotundo y verdadero que me diga
que detrás del palimpsesto de la vida
quedan rayos de sol sin trampantojos;
sigo y sigo buscando la palabra viva...

ANÓNIMO VIAJERO

Anónimo viajero que escucharas
sonidos leves de invierno en esta tarde:
no te pares.
Es el rumor de la nieve cuando cae
sobre este enclave cruzado de caminos:
dos chopos, cuatro pinos y una flores
rebeldes ante el frío del invierno.
Dentro del alma se consumen
las últimas palabras, la imágenes
brillantes como brasas;
retóricas metáforas que arden
y sólo dejan un silente polvo gris
de tedio y calma..
Así, el espíritu se llena
de nebulosa pátina, de pasos desteñidos
que sólo ahora esperan
un término seguro a este viaje espiral.
Espirales de humo en las pisadas
donde se funden ya.
las flores del invierno,
los chopos deshojados,
los pinos temblorosos
y las ánimas que vagan inconexas
en busca de destino.
Hay un rumor de nieve en cada pausa.

NO LAS PLAYAS SINUOSAS, CARNALES

No las playas sinuosas, carnales,
que lánguida y turbiamente
lamen las espumas de libidinosa lengua.
Dadme el fracaso del obstinado mar
que nunca sabe a ciencia cierta si viene
o va y acaba siempre
en pedazos, derrotado,
contra la abrupta arista de las rocas.

PERDIDO BRÚJULA, RELOJ Y CALENDARIO

Perdidos brújula, reloj y calendario,
se abate la luz sobre esta orilla;
la vida pliega el párpado
y el ojo, llagado en las aristas,
ya no vuela.
Manchas de musgo en los tejados
y navajas de nieve en las aceras del último suburbio.
No figuran las reliquias en los mapas
y un diafragma ciega el ojo de la aguja que marca los fracasos.
Las sombras de las montes son dúctiles, se pliegan,
y quema el olor del incienso en las alturas.
Las cúspides son un pálpito de nubes,
vira en azul el aire, cierra la puerta el tiempo
y el pájaro se aleja…

¿DÓNDE, SINO, LA ANGUSTIA Y EL DESGARRO...

¿Dónde, sino, la angustia y el desgarro;
dónde el sabor a poso y a ceniza.
Las sombras trituradas del proyecto,
dónde el puñal del desengaño;
dónde el claustro cerrado del silencio y de la ausencia;
dónde el rincón para el olvido:
dónde el final de la paciencia;
dónde el dolor del desencanto;
dónde el refugio contra el miedo...?
Bendito sea el dios que nos dio el llanto.

¡CÓMO DUELEN LOS PASOS…

¡Cómo duelen los pasos
cuando hay un reloj que se adelanta!
Hubo un tiempo en que el tiempo
marchaba muy despacio,
desenredando el rizo de las horas más largas.
Los campos eran fértiles
y los días diáfanos.
Hoy -el paisaje es marchito-
nada frena la huída de las últimas aves.
Se han ido los alféreces
que marcaban el ritmo
y se han quedado solas;
sin referencia y solas en la ruta que avanza.
Se acerca el horizonte y amenazan sus límites.
Turbia la noche, fundidas las estrellas,
es un campo de escombros con margaritas muertas.
Pasa deprisa el día y los párpados pesan.
Hubo un tiempo en que las amapolas
rompían el verde a todas las veredas,
y temblaban los ojos….
los ríos bebían de nuestra linfa púrpura.
Éramos nosotros los que entonces teníamos
el corazón ardiendo, e íbamos dejando
gotas de sangre en el polvo de todos los caminos.....
Pero llegó un mal viento y nos secó las lágrimas.
Sólo nos queda hurgar en el limo de los días,
recuperar el vértigo y la pátina
de aquellas horas rápidas.

PARARSE NO, PARARSE ES DIMITIR

Pararse no, pararse es dimitir
y que el tiempo te arrumbe y te recoja.
Camina y mira hasta llenar los ojos
de luz y especias de alma.
Desafía la brisa que te limpia la vista,
hasta que alcances ese ramo en flor que se resiste.
Deja al pájaro que vuele airadamente
sin tropezar en la mano que constriñe.
Deja al pájaro que
vuele y dibuje un perfil punzado de horizonte.
Evita la mano garra, la mano arma, la
mano sediciosa que siempre asoma en torno
a lo que dicen que eres.
Sólo la mano suave en las caricias;
y la sonrisa, ahora menguante, que desborde
en el borde de la pena que ahoga
cuando la pena oprime y se hace soga.

SI EXISTE EL PARAÍSO, ESTÁ EN EL MAGNETISMO…

Si existe el paraíso, está en el magnetismo
de la tierra. Pero hay que estar alerta.
Que no te engañen los falsos, erigidos
a base de artificio.
Sé tú mismo, sin prebendas ajenas.
El cielo está en la tierra: en
el dorso del mar y en las palmeras,
en los ríos plagados de nenúfares;
en la floresta, en
las aves canoras, en el verde de hiedras…
Es todo tuyo y tú eres…Sea.
También entre las médulas vacías
de las zarzas secas
hay panales de miel que vivifican.
También la miel habita
en los ojos inciertos de los niños.
De tanto mirar a través de los ojos de los recién alados
reconozco mi ser y me recojo.
Pero la abeja mística reclama
una parte del polen de los cálices
apenas florecidos.
Soy
un niño muerto que a veces resucita. . .
Siempre hay un feto en vuelo
en el fondo de la lástima y el llanto,
y resucita todo, por embrujo,
cuando renace el halo irradiante de la risa.

HAIKU

Pájaro triste,
reprime tus gorjeos,
no tienes nido

ALGUNAS TARDES VUELVO Y LA ÓRBITA HA PASADO

Algunas tardes vuelvo y la órbita ha pasado;
se ha preterido el tiempo.
Oprimen los reflejos de días trasparentes
y punzan las memorias desvaídas.
Los sentires furtivos se consumen y mueren
como inciensos rituales en iglesias paganas.
Código de vida y proceder del hombre;
de hombre abatido sumido en sus escombros.
Chirriar del tiempo que está quemando sueños;
término de prórrogas, vencimiento de plazos.
Ni existen los retornos ni constan los milagros.
El universo, un resumen de luces macilentas,
de fuegos ateridos, disipados
en una sempiterna evanescencia

INTERCONTINENTAL A TERESA PALAZZO CONTI

Lejos del solar, desarraigado,
-soñada realidad, virtualidad palpable-
pleno de sol, de soledad y de aire extraño,
amaneció mi anexo yo.
Era un verano
austral y yo tocaba con mis nuevas manos
otro mar que era, en verdad,
un espíritu del mismo mar universal que, transcendente,
es lazo umbilical que nos adentra
en la masa universal, cuerpo, materia.
En mi aposento se expandía el aroma
de una exótica flor que mano amiga
dejó para mí, como un saludo, como una
bienvenida a su lar.
Amiga, sí, desconocida aún pero aun así
nueva rama de mí, de mi yo que se ampliaba;
se extendía por pampas, lagos, conciertos
de témpanos azules y glaciares cimas
como navajas encendidas.
Símbolos de prórroga, de íntimo asilo,
de parto con dolor de mundo nuevo.
Tal vez entonces comprendí que a veces
la soledad no es más que retiro aparentado
sobre una armonía universal, allí adonde
la soledad no es posesión de nadie.
Y ya no sé si viví soledad o sólo asombro,
justo en ese lugar donde nace el silencio
y deja muda la última palabra.

MANOS TIERNAS

A Paule.

A mí vienes, mi niña, y te entretienes,
buscando plata en mi loca cabeza,
pero es plomo que apenas se endereza,
todo lo que transcurre entre mis sienes.
Me pesa todo el mundo en una pieza,
me agobian sus males y sus bienes.
Y tú me alegras jugando porque vienes
libre el alma de tedio y de pereza.
Sigue jugando, niña, con mis canas;
no me afrentan tus manos ni tu risa;
sigue jugando mientras tengas ganas.
Tus manos son como una suave brisa
que me alegra, me alivia y que me sana.
¡Sigue jugando, niña, en mí sin prisa!

Aitite.


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