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María Antonia Ricas

 
ÁRTICO

En la blandura no pisada ni una gota de sangre mancha la distancia donde atisbara Amundsen otro paraíso.

Este jardín de rosaledas invisibles, inalcanzado.

Con el silencio se desliza la lentitud del agua; tiene lo eterno para erguirse, tiene al tiempo sumido en un navío que se solidifica, tiene la temperatura de los cuerpos aguardando a ser efímeros hallazgos.

Muy cerca, ángeles de ballenas cantan lo que nadie ha escuchado, se reclaman con el fraseo que hace girar el rostro a los cometas. Y el estruendo del glaciar abrazando al mar, abalanzándose, levanta el instinto de los pájaros hechos con el aliento de las diosas de la escarcha.

¿Qué importa aquí el amor o el hueco que deja el amor al marcharse?

Por un momento el labio toca a la Luna y se abre boreal.

Y la dádiva sigilosa de la belleza mantiene su absorto discurrir sin buscar una mirada que lo enturbie, un mortal adjetivo humano que lo haga dócil, caedizo.

¿Qué importa aquí el amor, en este jardín, si hay islas del amor vagando ausentes de propósito, islas que llevan mudos mundos y mundos aún sin heridas?

¿Qué importa aquí el amor si el hielo guarda todas las floraciones de una oración ardiendo en blancas llamas?

ÁMBAR

El secreto transparente de un tiempo
reposa en la resina.

Mi hermana me ha traído
un anillo de miel
y en esa diminuta gota quieta
una breve partícula me enseña
la edad del aire
desde el aire más fósil ,
recién aireado
el aire
y ya con hambre.

Tengo en mi dedo el signo misterioso
de un esfuerzo por respirar antiguo.

Quizá un mosquito
buscando picaduras
o a su mosquita,
quizá un fragmento
de flor con su perfume.

VERÓNICA

Imaginarte, revelarte,
mostrarte sólo en el prodigio
de  tu apariencia.

Imaginarte,
distraerte de tu misterio,
figurarme que hablo de ti
y todos miran
cómo me recorres,
cómo te detienes en zonas
que tiemblan de mi piel,
y todos asienten y afirman:

te corresponde, te regala
su rostro, su atención.

Pero me has encontrado,
me acoges sin ser visto,
me llevas hasta el lado oculto
de la Luna y nadie adivina
tu  rostro verdadero.

Así miro a otra parte,
donde estás y no estás,
donde pez huidizo o dios
o sombra cariñosa dando
deseo, envés no consentido.

Así miro el lugar
que nadie mira.
Ni siquiera imagino
cuánto gozo.

SOBRE UN DIBUJO DE BEATO

La mujer o la calma
en lava dividida.

Nada más terrenal

que el mar de esta mujer:
La marea en su pelo
y la mirada larga,
como la de esas islas
intactas, fecundadas
con inmortal esperma.

Nada más indudable

que esta mujer desnuda.
Cósmico movimiento
su culo insinuado.
Ademán de sentarse,
se yergue, se descubre
y un planeta le asciende
de los pies hasta el pubis.

(Esa ciega querencia

que los planetas tienen
de estrellarse en los soles)

Nada más desafiante

que esta mujer de hogueras.
Dos brujas escondidas
invocan en sus  muslos.
Tal vez un libro abierto
sus pechos orbitales.
-Ay,
si el poeta supiera
describir esos pechos,
tomando sus pezones
de tinta tibia y dulce
por repetir un acto
de soledad, de incendio.

No aguarda, no se pierde,

provoca con su gesto:
Casi un paso de danza
o bélica señal.

Se sienta, se levanta

abarcándolo todo
con sus brazos de tierra,
y todo lo posee,
y todo lo libera.

¿Qué aguarda esta mujer?

Desconoce el acecho
mostrando, descuidada,
las mil constelaciones
de su vientre marino.

Tan sólo la verdad

en la mujer desnuda.
Y sólamente un hombre
con oculta  apariencia.

Secreta dualidad

latiendo, conjugándose...
Las islas interiores
de los cuerpos.

2 comentarios:

  1. Jaime, mil gracias por dar a conocer en el blog :Poesía entre amigos
    a la poeta María Antonia Ricas.
    No la conocía, ya se de ella y de sus letras.

    Besos.Vesos y Flores.
    MA.
    El blog de MA.

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  2. Gracias M.A. por leer y por tus haikus.

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