En la blandura no pisada ni una gota de sangre mancha
la distancia donde atisbara Amundsen otro paraíso.
Este jardín de rosaledas invisibles, inalcanzado.
Con el silencio se desliza la lentitud del
agua; tiene lo eterno para erguirse, tiene al tiempo sumido en
un navío que se solidifica, tiene la temperatura de los cuerpos
aguardando a ser efímeros hallazgos.
Muy cerca, ángeles de ballenas cantan lo que nadie ha
escuchado, se reclaman con el fraseo que hace girar el rostro a los cometas. Y
el estruendo del glaciar abrazando al mar, abalanzándose, levanta el instinto
de los pájaros hechos con el aliento de las diosas de la escarcha.
¿Qué importa aquí el amor o el hueco que deja el amor
al marcharse?
Por un momento el labio toca a la Luna y se abre boreal.
Y la dádiva sigilosa de la belleza mantiene su
absorto discurrir sin buscar una mirada que lo enturbie, un mortal adjetivo
humano que lo haga dócil, caedizo.
¿Qué importa aquí el amor, en este jardín, si hay
islas del amor vagando ausentes de propósito, islas que llevan mudos mundos y
mundos aún sin heridas?
¿Qué importa aquí el amor si el hielo guarda todas
las floraciones de una oración ardiendo en blancas llamas?
ÁMBAR
El secreto transparente de un tiempo
reposa en la resina.
Mi hermana me ha traído
un anillo de miel
y en esa diminuta gota quieta
una breve partícula me enseña
la edad del aire
desde el aire más fósil ,
recién aireado
el aire
y ya con hambre.
Tengo en mi dedo el signo misterioso
de un esfuerzo por respirar antiguo.
Quizá un mosquito
buscando picaduras
o a su mosquita,
quizá un fragmento
de flor con su perfume.
VERÓNICA
Imaginarte, revelarte,
mostrarte sólo en el prodigio
de tu apariencia.
Imaginarte,
distraerte de tu misterio,
figurarme que hablo de ti
y todos miran
cómo me recorres,
cómo te detienes en zonas
que tiemblan de mi piel,
y todos asienten y afirman:
te
corresponde, te regala
su rostro,
su atención.
Pero me has encontrado,
me acoges sin ser visto,
me llevas hasta el lado oculto
de la Luna y nadie adivina
tu rostro verdadero.
Así miro a otra parte,
donde estás y no estás,
donde pez huidizo o dios
o sombra cariñosa dando
deseo, envés no consentido.
Así miro el lugar
que nadie mira.
Ni siquiera imagino
cuánto gozo.
SOBRE UN DIBUJO DE BEATO
La mujer o la calma
en lava dividida.
Nada más terrenal
que el mar de esta mujer:
La marea en su pelo
y la mirada larga,
como la de esas islas
intactas, fecundadas
con inmortal esperma.
Nada más indudable
que esta mujer desnuda.
Cósmico movimiento
su culo insinuado.
Ademán de sentarse,
se yergue, se descubre
y un planeta le asciende
de los pies hasta el pubis.
(Esa ciega querencia
que los planetas tienen
de estrellarse en los soles)
Nada más desafiante
que esta mujer de hogueras.
Dos brujas escondidas
invocan en sus muslos.
Tal vez un libro abierto
sus pechos orbitales.
-Ay,
si el poeta supiera
describir esos pechos,
tomando sus pezones
de tinta tibia y dulce
por repetir un acto
de soledad, de incendio.
No aguarda, no se pierde,
provoca con su gesto:
Casi un paso de danza
o bélica señal.
Se sienta, se levanta
abarcándolo todo
con sus brazos de tierra,
y todo lo posee,
y todo lo libera.
¿Qué aguarda esta mujer?
Desconoce el acecho
mostrando, descuidada,
las mil constelaciones
de su vientre marino.
Tan sólo la verdad
en la mujer desnuda.
Y sólamente un hombre
con oculta apariencia.
Secreta dualidad
latiendo, conjugándose...
Las islas interiores
de los cuerpos.
La mujer o la calma
en lava dividida.
Nada más terrenal
que el mar de esta mujer:
La marea en su pelo
y la mirada larga,
como la de esas islas
intactas, fecundadas
con inmortal esperma.
Nada más indudable
que esta mujer desnuda.
Cósmico movimiento
su culo insinuado.
Ademán de sentarse,
se yergue, se descubre
y un planeta le asciende
de los pies hasta el pubis.
(Esa ciega querencia
que los planetas tienen
de estrellarse en los soles)
Nada más desafiante
que esta mujer de hogueras.
Dos brujas escondidas
invocan en sus muslos.
Tal vez un libro abierto
sus pechos orbitales.
-Ay,
si el poeta supiera
describir esos pechos,
tomando sus pezones
de tinta tibia y dulce
por repetir un acto
de soledad, de incendio.
No aguarda, no se pierde,
provoca con su gesto:
Casi un paso de danza
o bélica señal.
Se sienta, se levanta
abarcándolo todo
con sus brazos de tierra,
y todo lo posee,
y todo lo libera.
¿Qué aguarda esta mujer?
Desconoce el acecho
mostrando, descuidada,
las mil constelaciones
de su vientre marino.
Tan sólo la verdad
en la mujer desnuda.
Y sólamente un hombre
con oculta apariencia.
Secreta dualidad
latiendo, conjugándose...
Las islas interiores
de los cuerpos.
Jaime, mil gracias por dar a conocer en el blog :Poesía entre amigos
ResponderEliminara la poeta María Antonia Ricas.
No la conocía, ya se de ella y de sus letras.
Besos.Vesos y Flores.
MA.
El blog de MA.
Gracias M.A. por leer y por tus haikus.
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