Esto de la
poesía es un drama. Cuando piensas que te ha abandonado y llevas meses sin
acariciarla, durmiendo en camas separadas, de pronto, ¡zas!, entra, te mira y
se acurruca, hasta hace la postura cuchara y notas el perfume de su cuerpo. Y
aquí estamos: en siete días, cinco poemas. Y es un sinvivir, cada noche lo
mismo: ¿volverá o ha sido solo un regalo de comienzo de año? Para los que
pensamos que un poema es un mundo, escribir uno, cuando ya se es viejo y parece
que se tiene todo dicho, es un milagro. Hasta hoy, siete de enero, en esta casa
han ocurrido cinco milagros. Ya falta menos para que HB encuentre la cometa.
Aquí va el primero.
Pájaro
preso,
la mirada de un niño
la mirada de un niño
que aún espera.
Para Carlos Medrano
No sabe si
lo que el viento le robó
fue su inocencia o la cometa.
Atrapada en el árbol
el muchacho tiraba de la cuerda desesperadamente,
levantaba los brazos, se encorvaba,
quebraba alguna rama que caía
como un pájaro herido.
Casi desnudo, la mirada plomiza,
se alejaba girando la cabeza
por si un golpe de viento se la diera.
Mañana volverá como quien vuelve
en busca de un ahogado
para encontrar que alguien se llevó lo perdido.
Y aunque aún no lo sabe,
el viento de la noche le borrará la senda,
el árbol perderá las hojas y la sombra,
los pájaros su canto,
le robarán la llave
y el hilo del recuerdo le cortará las alas.
Y, lo que es peor, volverá a su casa sin cometa,
quemazón en las manos y un aliento de bala,
temiendo que su madre le pregunte
dónde pasó la noche.
fue su inocencia o la cometa.
Atrapada en el árbol
el muchacho tiraba de la cuerda desesperadamente,
levantaba los brazos, se encorvaba,
quebraba alguna rama que caía
como un pájaro herido.
Casi desnudo, la mirada plomiza,
se alejaba girando la cabeza
por si un golpe de viento se la diera.
Mañana volverá como quien vuelve
en busca de un ahogado
para encontrar que alguien se llevó lo perdido.
Y aunque aún no lo sabe,
el viento de la noche le borrará la senda,
el árbol perderá las hojas y la sombra,
los pájaros su canto,
le robarán la llave
y el hilo del recuerdo le cortará las alas.
Y, lo que es peor, volverá a su casa sin cometa,
quemazón en las manos y un aliento de bala,
temiendo que su madre le pregunte
dónde pasó la noche.
CAZADOR FURTIVO
El silbido
de plomo se dirige hacia él
y al
penetrar en el firme dintel de su equilibrio
el vuelo se
le olvida, la sangre se le espesa,
un
chasquido le enturbia la mirada
y siente,
en el rincón de las entrañas,
la pesadez
amarga de la pólvora.
Sin aire
que alimente sus cimientos,
el maderaje
de su esqueleto en llamas,
se desploma
como una flor cortada por un niño.
CUANDO EL TIEMPO SE DUERMA EN LAS FOTOGRAFÍAS
...que
ahora hacéis a Jacinta con un telón de humo,
serán crónica oscura, elegía y recuerdo
del terror de estas horas que ciega nuestra lente.
También os fijarán su nombre y su silencio,
el movimiento lento de su mano frágil,
el cerrar de sus ojos y su mueca de fieltro,
el temblor de sus labios y el claustro de su risa.
Otros niños, Jacinta, se han quedado esperando,
jugando en el recreo hasta que fue de noche,
que llegaran sus padres a llevarlos a casa
cuando en Manhattan ya eran polvo sus cuerpos.
Pero Jacinta, en esta esquina de destrucción,
es una flor que crece en un campo de pavesas suicidas
un cristal que nos salva y nos traduce
el último mensaje que alguien dejó grabado,
testamento sonoro, para luego tirarse en el vacío.
Jacinta, algunas madres esa misma mañana sintieron
en su vientre la caricia del hijo que movía las manos
y un momento después morir los dos de asfixia.
En la esquina de Chambers cerca del cementerio nuevo
tú resecas las lenguas de los gritos sin boca,
soportas a la viga que mece su esqueleto,
arropas al tapiz que incinerado entre las ruinas
desteje los rumores de las ramblas lejanas,
cambias el humo denso en incienso de vida,
bautizas la chatarra y la vistes de plata,
das razón al espejo de la niebla sin rostro
y el gesto de tu luz es mortaja de cal para la noche.
¿Qué madre escribirá una canción de cuna
a los niños que esperan que sus padres regresen?
Jacinta nos indulta de esta turbia condena
y con el hierro nieve de dos meses de vida
edifica dos torres con cimientos de aire
en la mañana azul de un día de septiembre.
¿Jacinta, qué sabes de esos niños que esperaron
jugando en el recreo a que llegaran sus padres?
serán crónica oscura, elegía y recuerdo
del terror de estas horas que ciega nuestra lente.
También os fijarán su nombre y su silencio,
el movimiento lento de su mano frágil,
el cerrar de sus ojos y su mueca de fieltro,
el temblor de sus labios y el claustro de su risa.
Otros niños, Jacinta, se han quedado esperando,
jugando en el recreo hasta que fue de noche,
que llegaran sus padres a llevarlos a casa
cuando en Manhattan ya eran polvo sus cuerpos.
Pero Jacinta, en esta esquina de destrucción,
es una flor que crece en un campo de pavesas suicidas
un cristal que nos salva y nos traduce
el último mensaje que alguien dejó grabado,
testamento sonoro, para luego tirarse en el vacío.
Jacinta, algunas madres esa misma mañana sintieron
en su vientre la caricia del hijo que movía las manos
y un momento después morir los dos de asfixia.
En la esquina de Chambers cerca del cementerio nuevo
tú resecas las lenguas de los gritos sin boca,
soportas a la viga que mece su esqueleto,
arropas al tapiz que incinerado entre las ruinas
desteje los rumores de las ramblas lejanas,
cambias el humo denso en incienso de vida,
bautizas la chatarra y la vistes de plata,
das razón al espejo de la niebla sin rostro
y el gesto de tu luz es mortaja de cal para la noche.
¿Qué madre escribirá una canción de cuna
a los niños que esperan que sus padres regresen?
Jacinta nos indulta de esta turbia condena
y con el hierro nieve de dos meses de vida
edifica dos torres con cimientos de aire
en la mañana azul de un día de septiembre.
¿Jacinta, qué sabes de esos niños que esperaron
jugando en el recreo a que llegaran sus padres?
BLENDING
Descubrir
el amor,
escuchar el
aullido de la muerte
y ver por
vez primera el mar
es como
cuando un niño
descubre
que azul sobre amarillo
se torna
verde luminoso
y no sabe
todavía que el negro
es un
carbón ardiendo en sombras
que algún
día le quemará los ojos.
CÓDIGO
Para ellos,
eres el
nombre
que te
dieron
dentro de
su legalidad:
un signo
solamente.
Tu otro
nombre,
el elegido
en la noche
de la boca
de lobo,
es solo
mío.
Un sonido
animal.
Y así te
escucho.
TENTACIONES
El invierno
pronuncia tu otro nombre
y comienza
el deshielo.
Aventuras
el miedo, tienes frío,
atraviesas
los primeros abrazos,
reconoces
la cuesta, los rostros y la curva,
traduces la
inscripción,
resuelves
el enigma de la piel
y,
liberando la tela metálica de la serpiente
que
oscurece la transparencia de tu infancia,
el paisaje
recobra su dimensión real:
dueño de tu
mirada te ciega los sentidos
y te ofrece
el amargo sabor de la maleza,
desde su
oscuridad sonora
crecen
voces que suben hasta el valle iluminado.
Huye y
mírate en el frío tabique del lago,
recuerda su
perfil,
apriétate
el cilicio del deseo,
enséñale la
llave al vigilante,
no olvides
la consigna,
vuelve a
casa y lávate las manos.
Bien tú
sabes que has de volver mañana.
MAREA ALTA
Somos como dos islas separadas
porque nos cubre el agua
y solo deja ver nuestras cabezas.
Si en el mar que vivimos hubiera una marea,
cuando el agua bajara,
los que miran con ojos de secano,
verían que la base es una roca firme,
incrustada de fechas, pasiones y recuerdos,
que la vida que todo lo erosiona
intenta separar, pero no puede.
UN DÍA EN TOLEDO
Pregunta
quién es al que hablas
(que tú tanto querías)
y asustada se mira en el espejo
y discute con la otra persona que la cuida
que le pinta las uñas y maquilla su muerte.
Se pierde en los pasillos, se cae entre las sombras,
llora como una niña, grita en la oscuridad,
pide ser abrazada por su madre,
espera a su marido que la dejó hace años,
tiembla, se duerme, se despierta, se muere,
protesta porque el agua está muy fría
y no quiere tomarse las pastillas.
Pensando en ella te pido, no lo olvides
que si alguna vez pregunto
quién es el hombre alto que me habla,
aunque no te comprenda,
me diga que eres tú.
(que tú tanto querías)
y asustada se mira en el espejo
y discute con la otra persona que la cuida
que le pinta las uñas y maquilla su muerte.
Se pierde en los pasillos, se cae entre las sombras,
llora como una niña, grita en la oscuridad,
pide ser abrazada por su madre,
espera a su marido que la dejó hace años,
tiembla, se duerme, se despierta, se muere,
protesta porque el agua está muy fría
y no quiere tomarse las pastillas.
Pensando en ella te pido, no lo olvides
que si alguna vez pregunto
quién es el hombre alto que me habla,
aunque no te comprenda,
me diga que eres tú.
EN UNA BIBLIOTECA MUNICIPAL DE BARRIO
La joven
directora del centro, afiliada a Podemos,
presenta
brevemente al “ilustre poeta”
esperando
que el acto termine lo más pronto posible.
El editor
se aburre, le aprieta la corbata y se incómoda
por la poca
asistencia que ha tenido el evento,
y cuenta,
una vez más, los libros no vendidos.
Y eso que
el trovador, viejo y desencantado,
ha estado
muy amable,
como si al
fin se hubiera bajado de la torre
donde el
marfil había envejecido,
aunque siga
llevando chaleco de bohemio y corbata de seda.
Lo presenta
un poeta, un poco de memoria, elogiando la técnica,
la astucia,
el estilo de la obra poética del viejo compañero.
Entre los
asistentes algunos jubilados que se duermen,
una pareja gay
enamorada,
tres
ancianas que saben que al final habrá tortilla y vino,
la
penúltima amante del poeta,
y una amiga
de la misma cosecha que la estrella,
con un
pañuelo rojo que es como una llamarada por su cuello,
que suspira
y cambia de postura
cuando escucha
al poeta recordar sus amores
entre los
que ella estuvo hace ya muchos años.
En la
última fila, un mitómano tímido y buskowsniano,
se
estremece ante cada palabra del experto: es poeta y es joven.
Al terminar
el acto se acerca tembloroso y suplica al Maestro
que le
firme el libro presentado (es el mismo de siempre,
el que
escribió hace años) y se marcha a su casa
como quien
lleva un cuerpo.
Es cierto
que entre poema y charla del poeta,
el
discípulo amado miraba de reojo a la bibliotecaria,
gestos
cortantes, autoritaria y firme, pechos como los de una virgen,
y pensaba
que ella era el poema que arde, la poesía,
la luz que
iluminaba la penumbra del local.
¡Cómo le
gustaría llevársela a la cama,
leerle
algún poema y follarla como dicen que follan las tías liberadas
y como
dicen que el maestro de joven follaba a sus amantes!
Mi madre
lleva guantes, abanico
y en el
bolso, los recordatorios
de la
primera comunión de mi hermano.
A mi
hermano se le enreda el rosario entre los guantes
como una
cobra de plata que resbala,
le cuelga
el crucifijo de oro que tiene ladeado
y los
zapatos le brillan como si Dios fuera su espejo.
Yo llevo
una chaqueta que no tiene solapas
y me
aprietan bastante los zapatos que están llenos de polvo.
De la forma
que mi padre me coge de la mano,
como un
jilguero en la jaula enorme de la suya,
parece que
me va a proteger para toda la vida.
En mi
primera comunión llevé el traje de mi hermano
y mi madre,
sin guantes ni abanico,
guardaba en
el bolso de su vientre
otro
recordatorio de los ochos que mi padre le imprimió.
A veces
siento la mano congelada de mi padre que me aprieta
y me quiere
llevar a los infiernos donde ahora descansa.
En la
fotografía, en blanco y negro, la hoguera no se ve.
ESTATUA
Frente al
lago una estatua de viejo
recompone
el pasado; mármol sus movimientos,
la cicatriz
del tiempo dueña de su mirada.
Un desfile
de gritos, de colores y fuerza
pasan por
su tribuna rindiéndole recuerdo.
Él también
fue una flecha en aquel parque
y recordó a
Cavafis. No reproches,
nada que
lamentar. Cuando en amor,
su vida fue
un ejemplo, un gozo cotidiano
con pocos
compartido, deseo a cada instante.
Para seguir
viviendo, él bien lo sabe,
necesita
mirarse vivamente
en el río
de vida que fluye frente a él;
para reconocerse,
el espejo del lago,
su
juventud, la gracia de su cuerpo,
aquellos
ojos, su flexible ternura...
Un aire
extraño le estremece
y sabe que
el invierno ha de llegar
borrando
este paisaje que le mantiene alerta.
Esperar que
la nieve le arrope suavemente,
de la misma
manera que su amor le abrazaba,
y allí
quedarse, viviendo para siempre
entre estos
cuerpos que, ahora inalcanzables,
van
buscando, ardientemente enamorados,
un lugar en
la noche. Como él lo buscara.
A LA
MANERA DE W. S.
MIRANDO UNOS LIRIOS
1
Al llegar
ocuparon un lugar cerca de la ventana,
medio
abiertos midieron el espacio
hasta
hacerse los dueños del silencio
y tomaron
la casa.
2
Me llamó la
espesura del perfume,
como cuando
unas voces me arrastraban
de noche a
la maleza,
y me
acerqué al borde del abismo.
Aquí solo
la esencia me esperaba,
allí la muerte.
allí la muerte.
3
Entró la
nieve con olor a verano,
seda
desposeída de su tacto nupcial,
siete
alondras de acero
con las
plumas rozadas con acento de Brooklyn.
4
Si la
sombra está arada, mirlos de vuelta al Sur,
octubre es
ese brote sin abrir
doblándose
de agua.
No sabe
para qué sirve la sed.
5
Desde la
orilla de los estambres, clavos de la
Pasión ,
se
adivinaba un río caudaloso:
polen
dorado que fluía sobre un cauce de cieno.
6
En los
tallos una mística armadura
de santos
que murieron en olor de castidad.
Dolores de
cilicios como dientes de lobos.
7
Un bisturí
de luz y sombra
apuñalaba
el tizne que crecía
en la
espina dorsal de una paloma.
8
Blanco
España,
sabotaje de
cal en la pared en luto:
seis pétalos
abriéndose,
pañales
impregnados de loción a granel,
sin tierra
y sin raigón.
9
El peso de
la muerte se filtra en las raíces.
10
El verano
se llevó el canto de los pájaros
y en la
fachada de ladrillos rojos
se sofocó
el incendio.
11
Rota la
tela metálica de la noche
la piel se
volvió sucia
y la lluvia
escribió en los cristales
nombres que
no olvidamos.
12
Ahora
esperan que venga la ceniza,
que
comience la hoguera a quemar los despojos
y regrese
el temblor entre las sabanas.
13
El agua del
florero sabe amarga,
se marchitó
el perfume y ni la lluvia borra
ese olor
tan espeso que dice que eres viejo.
DE CALENDARIO PERPETUO (TINTA CHINA)
Enero
Amotinada,
la nieve comunera
resiste al sol.
Febrero
Son
precursoras
y serán degolladas
con sed de agua.
Marzo
La nieve
altiva
en la cárcel del agua
cumple condena.
Abril
La niebla
espesa
a los ojos del puente
ojeras pone.
Mayo
La rosa
clava
la espina de su esencia
cuando recuerda.
Junio
Por la
maleza
un relámpago enciende
la cremallera.
VILLANCICO DE LA PALOMA HERIDA
¿Dónde se
esconde tu hiel,
cazadora
sin fortuna,
en qué
parte de tu piel
has
escondido la miel
que le has
robado a la luna?
Bebe de su
corazón
y de su
blancura toma
y apréndete
la canción
antes de
que el cazador
mate a la
blanca paloma.
¿Dónde se
esconde tu hiel,
ojeadora
inoportuna,
en qué
parte de tu piel?
SANGRE
Es la
segunda piel, la anónima fachada,
enterrada y
bien viva, palpitando,
una
envoltura frágil
que encubre
su obediente hidrografía.
Sin mar
donde llegar
se desvía
por montes y caminos,
se enfrente
a Polifemo, ruge,
cruza
sierras latiendo,
se adentra
en la memoria de la vena,
se serena,
se defiende si siente el aguijón,
como aceite
resbala,
como gacela
herida se retira.
Igual que
el mar tropieza, retrocede
y está
siempre naciendo, a veces, retrasada,
asoma su
algodón de escandaloso rojo
en un delta
de meses y recuentos.
El
cansancio la llena de salitre
y en un
osario de asombro milagroso
coagulada
se asfixia al salir a la vida.
SABOTAJE
Hay peligro
de bombas
y oyen desde la alcoba las sirenas
que destrozan la luz en la ventana.
Temerosos salen después al parque
y sin rozarse se saben abrazados.
¿Dónde irá, se preguntan, el temblor de la luz
cuando llenos de sombra no vean la cometa,
no oigan las sirenas, no tiemblen al roce de una boca
y el parque les resulte impreciso y borroso?
El rumor de las hojas
extiende el miedo al atentado.
y oyen desde la alcoba las sirenas
que destrozan la luz en la ventana.
Temerosos salen después al parque
y sin rozarse se saben abrazados.
¿Dónde irá, se preguntan, el temblor de la luz
cuando llenos de sombra no vean la cometa,
no oigan las sirenas, no tiemblen al roce de una boca
y el parque les resulte impreciso y borroso?
El rumor de las hojas
extiende el miedo al atentado.
Crece cerca
el aviso metal de la sirena.
PIEDRA
Al final de
la tarde,
después de un día oscuro
su piel acartonada en los tejados,
lluvia de madrugada
y un viento suave de tiza humedecido,
por un instante breve, nace una luz cansada
que bautiza de fiesta a las fachadas.
Me acerco a la ventana
y el paisaje nombrado tantas veces
me enmarca un lienzo nuevo,
mientras la luz perfuma tus temblores.
Al inclinarme lento a descifrar
la piedra iluminada de tu valle,
el tiempo me recibe con sus montes
cerrados, convirtiendo mis labios
en torpes espejismos donde el deseo
muerde su enigma más helado.
Y escuchando el sonido del incendio
de nuestro antiguo fuego,
confundido por códigos y signos
que son indescifrables,
me hundo en la ceniza de tu almohada,
a que llegue la noche y me condene
desnudo entre la piel de tu paisaje.
después de un día oscuro
su piel acartonada en los tejados,
lluvia de madrugada
y un viento suave de tiza humedecido,
por un instante breve, nace una luz cansada
que bautiza de fiesta a las fachadas.
Me acerco a la ventana
y el paisaje nombrado tantas veces
me enmarca un lienzo nuevo,
mientras la luz perfuma tus temblores.
Al inclinarme lento a descifrar
la piedra iluminada de tu valle,
el tiempo me recibe con sus montes
cerrados, convirtiendo mis labios
en torpes espejismos donde el deseo
muerde su enigma más helado.
Y escuchando el sonido del incendio
de nuestro antiguo fuego,
confundido por códigos y signos
que son indescifrables,
me hundo en la ceniza de tu almohada,
a que llegue la noche y me condene
desnudo entre la piel de tu paisaje.
7-7-71 7-7-15.
LO QUE EL FUEGO SE LLEVO.
Fundió las
doce piedras que fueron nuestras arras
aquel
verano del 71.
Resecó el
perfume de tu boca,
carbonizó
el pez escurridizo de tu lengua,
oxidó
nuestros labios
y abrasados
quedaron nuestros besos:
dos tizones
tus ojos.
Inundó de
salitre la sombra del pasillo
en la que
tropezamos una noche,
vistiendo
de verano a la humedad filtrada en el armario.
Nos despojó
de vicios y nos cargó las manos de carbones,
el lecho un
enrejado al rojo vivo y la alcoba una fragua.
Derramó en
el Lacoste azul marino un barco de lejía,
oscureció
las fechas en nuestro calendario
e hizo leña
de los huesos del aire.
Y ya al
final nos convirtió en rescoldos.
Cartas,
torres, diarios y consignas ardieron en la hoguera,
el olor a
lavanda se convirtió en azufre
y se llevó
a los nuestros.
Sin ellos
somos dos esqueletos de ceniza arropados de nieve.
Desde
entonces.
MIRADAS
La niebla
empaña mi mirada
y al pasar por el lago
ve dos cisnes felices
que escriben en el agua
un mensaje secreto
con mala ortografía y tinta seca
que yo puedo leer y tú no puedes.
y al pasar por el lago
ve dos cisnes felices
que escriben en el agua
un mensaje secreto
con mala ortografía y tinta seca
que yo puedo leer y tú no puedes.
Tú crees
que son dos patos
que volando hacia el Sur
hacen tiempo en el lago
cebándose de pan
que les dan los vecinos.
que volando hacia el Sur
hacen tiempo en el lago
cebándose de pan
que les dan los vecinos.
Dentro de
poco ya no estarán
mis cisnes ni tus patos,
yo seguiré nublado con la niebla
y tú verás más claro cada día
mis cisnes ni tus patos,
yo seguiré nublado con la niebla
y tú verás más claro cada día
PREGUNTA
En la
mañana
la luz hablaba a gritos,
la sombra muda.
la luz hablaba a gritos,
la sombra muda.
En el
atardecer
el miedo a reflejarse
sin saber
si es la sombra del cuerpo
la que quema
o es el fuego del alma
que se extingue.
el miedo a reflejarse
sin saber
si es la sombra del cuerpo
la que quema
o es el fuego del alma
que se extingue.
Ya con la
oscuridad te haces la pregunta
que no tiene respuesta:
¿Ha sido siempre la sombra tan pesada?
Noche clara del cuerpo.
que no tiene respuesta:
¿Ha sido siempre la sombra tan pesada?
Noche clara del cuerpo.
ESTATUA
Frente al
lago una estatua de viejo
recompone el pasado; mármol sus movimientos,
la cicatriz del tiempo dueña de su mirada.
Un desfile de gritos, de colores y fuerza
pasan por su tribuna rindiéndole recuerdo.
El también fue una flecha en aquel parque
y recordó a Cavafis. No reproches,
nada que lamentar. Cuando en amor,
su vida fue un ejemplo, un gozo cotidiano
con pocos compartido, deseo a cada instante.
Para seguir viviendo, él bien lo sabe,
necesita mirarse vivamente
en el río de vida que fluye frente a él;
para reconocerse, el espejo del lago,
su juventud, la gracia de su cuerpo,
aquellos ojos, su flexible ternura...
Un aire extraño le estremece
y sabe que el invierno ha de llegar
borrando este paisaje que le mantiene alerta.
Esperar que la nieve le arrope suavemente,
de la misma manera que su amor le abrazaba,
y allí quedarse, viviendo para siempre
entre estos cuerpos que, ahora inalcanzables,
van buscando, ardientemente enamorados,
un lugar en la noche. Como él lo buscara.
recompone el pasado; mármol sus movimientos,
la cicatriz del tiempo dueña de su mirada.
Un desfile de gritos, de colores y fuerza
pasan por su tribuna rindiéndole recuerdo.
El también fue una flecha en aquel parque
y recordó a Cavafis. No reproches,
nada que lamentar. Cuando en amor,
su vida fue un ejemplo, un gozo cotidiano
con pocos compartido, deseo a cada instante.
Para seguir viviendo, él bien lo sabe,
necesita mirarse vivamente
en el río de vida que fluye frente a él;
para reconocerse, el espejo del lago,
su juventud, la gracia de su cuerpo,
aquellos ojos, su flexible ternura...
Un aire extraño le estremece
y sabe que el invierno ha de llegar
borrando este paisaje que le mantiene alerta.
Esperar que la nieve le arrope suavemente,
de la misma manera que su amor le abrazaba,
y allí quedarse, viviendo para siempre
entre estos cuerpos que, ahora inalcanzables,
van buscando, ardientemente enamorados,
un lugar en la noche. Como él lo buscara.
BOCA DE LOBO
¿En qué
infierno proclama su dolor
la sombra
más oscura?
Y si lo
siente, ¿qué hondura exige,
a qué pozo
hay que llegar para saciar
la sed de
amargo vino negro
que hiere y
emborracha con certero
navajazo
las vísceras del sol?
Y si la
sombra se enamora,
¿qué
azabache ha de elegir
para
adornar sus pechos y su sexo?
¿en qué
boca de lobo morirá degollada?
(dentelladas
nupciales de la bestia que en celo
excomulga a
la albura con su pezuña atea)
¿de qué
profunda mina sacará los metales
para
hacerse las arras?
¿qué
príncipe de luto riguroso,
en el
tablero medieval del tiempo,
acuchilla a
la dama con su espada de ónix
ganando la
partida a la Edad Media ?
Coronada de
endrino,
con
collares del más serio carbón,
¿no eres tú
sombra mía la luz de lo más negro?
Al doblar
tu esqueleto
y descubrir
tus ojos en la testuz del alba,
¿no es
acaso lo que llamamos muerte?
Muchas gracias. Qué buena antología has creado. Abrazos cordiales.
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