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Hilario Barrero

 

Esto de la poesía es un drama. Cuando piensas que te ha abandonado y llevas meses sin acariciarla, durmiendo en camas separadas, de pronto, ¡zas!, entra, te mira y se acurruca, hasta hace la postura cuchara y notas el perfume de su cuerpo. Y aquí estamos: en siete días, cinco poemas. Y es un sinvivir, cada noche lo mismo: ¿volverá o ha sido solo un regalo de comienzo de año? Para los que pensamos que un poema es un mundo, escribir uno, cuando ya se es viejo y parece que se tiene todo dicho, es un milagro. Hasta hoy, siete de enero, en esta casa han ocurrido cinco milagros. Ya falta menos para que HB encuentre la cometa. Aquí va el primero.


LA COMETA

Pájaro preso,
la mirada de un niño
que aún espera. 
Para Carlos Medrano

No sabe si lo que el viento le robó
fue su inocencia o la cometa.
Atrapada en el árbol
el muchacho tiraba de la cuerda desesperadamente,
levantaba los brazos, se encorvaba,
quebraba alguna rama que caía
como un pájaro herido.
Casi desnudo, la mirada plomiza,
se alejaba girando la cabeza
por si un golpe de viento se la diera.
Mañana volverá como quien vuelve
en busca de un ahogado
para encontrar que alguien se llevó lo perdido.
Y aunque aún no lo sabe,
el viento de la noche le borrará la senda,
el árbol perderá las hojas y la sombra,
los pájaros su canto,
le robarán la llave
y el hilo del recuerdo le cortará las alas.
Y, lo que es peor, volverá a su casa sin cometa,
quemazón en las manos y un aliento de bala,
temiendo que su madre le pregunte
dónde pasó la noche.

CAZADOR FURTIVO

El silbido de plomo se dirige hacia él
y al penetrar en el firme dintel de su equilibrio
el vuelo se le olvida, la sangre se le espesa,
un chasquido le enturbia la mirada
y siente, en el rincón de las entrañas,
la pesadez amarga de la pólvora.
Sin aire que alimente sus cimientos,
el maderaje de su esqueleto en llamas,
se desploma como una flor cortada por un niño.

CUANDO EL TIEMPO SE DUERMA EN LAS FOTOGRAFÍAS

...que ahora hacéis a Jacinta con un telón de humo,
serán crónica oscura, elegía y recuerdo
del terror de estas horas que ciega nuestra lente.
También os fijarán su nombre y su silencio,
el movimiento lento de su mano frágil,
el cerrar de sus ojos y su mueca de fieltro,
el temblor de sus labios y el claustro de su risa.
Otros niños, Jacinta, se han quedado esperando,
jugando en el recreo hasta que fue de noche,
que llegaran sus padres a llevarlos a casa
cuando en Manhattan ya eran polvo sus cuerpos.
Pero Jacinta, en esta esquina de destrucción,
es una flor que crece en un campo de pavesas suicidas
un cristal que nos salva y nos traduce
el último mensaje que alguien dejó grabado,
testamento sonoro, para luego tirarse en el vacío.
Jacinta, algunas madres esa misma mañana sintieron
en su vientre la caricia del hijo que movía las manos
y un momento después morir los dos de asfixia.
En la esquina de Chambers cerca del cementerio nuevo
tú resecas las lenguas de los gritos sin boca,
soportas a la viga que mece su esqueleto,
arropas al tapiz que incinerado entre las ruinas
desteje los rumores de las ramblas lejanas,
cambias el humo denso en incienso de vida,
bautizas la chatarra y la vistes de plata,
das razón al espejo de la niebla sin rostro
y el gesto de tu luz es mortaja de cal para la noche.
¿Qué madre escribirá una canción de cuna
a los niños que esperan que sus padres regresen?
Jacinta nos indulta de esta turbia condena
y con el hierro nieve de dos meses de vida
edifica dos torres con cimientos de aire
en la mañana azul de un día de septiembre.
¿Jacinta, qué sabes de esos niños que esperaron
jugando en el recreo a que llegaran sus padres?

BLENDING

Descubrir el amor,
escuchar el aullido de la muerte
y ver por vez primera el mar
es como cuando un niño
descubre que azul sobre amarillo
se torna verde luminoso
y no sabe todavía que el negro
es un carbón ardiendo en sombras
que algún día le quemará los ojos.

CÓDIGO

Para ellos,
eres el nombre
que te dieron
dentro de su legalidad:
un signo solamente.
Tu otro nombre,
el elegido en la noche
de la boca de lobo,
es solo mío.
Un sonido animal.
Y así te escucho.

TENTACIONES

El invierno pronuncia tu otro nombre
y comienza el deshielo.
Aventuras el miedo, tienes frío,
atraviesas los primeros abrazos,
reconoces la cuesta, los rostros y la curva,
traduces la inscripción,
resuelves el enigma de la piel
y, liberando la tela metálica de la serpiente
que oscurece la transparencia de tu infancia,
el paisaje recobra su dimensión real:
dueño de tu mirada te ciega los sentidos
y te ofrece el amargo sabor de la maleza,
desde su oscuridad sonora
crecen voces que suben hasta el valle iluminado.
Huye y mírate en el frío tabique del lago,
recuerda su perfil,
apriétate el cilicio del deseo,
enséñale la llave al vigilante,
no olvides la consigna,
vuelve a casa y lávate las manos.
Bien tú sabes que has de volver mañana.

MAREA ALTA

Somos como dos islas separadas
porque nos cubre el agua
y solo deja ver nuestras cabezas.
Si en el mar que vivimos hubiera una marea,
cuando el agua bajara,
los que miran con ojos de secano,
verían que la base es una roca firme,
incrustada de fechas, pasiones y recuerdos,
que la vida que todo lo erosiona
intenta separar, pero no puede.
UN DÍA EN TOLEDO

Pregunta quién es al que hablas
(que tú tanto querías)
y asustada se mira en el espejo
y discute con la otra persona que la cuida
que le pinta las uñas y maquilla su muerte.
Se pierde en los pasillos, se cae entre las sombras,
llora como una niña, grita en la oscuridad,
pide ser abrazada por su madre,
espera a su marido que la dejó hace años,
tiembla, se duerme, se despierta, se muere,
protesta porque el agua está muy fría
y no quiere tomarse las pastillas.
Pensando en ella te pido, no lo olvides
que si alguna vez pregunto
quién es el hombre alto que me habla,
aunque no te comprenda,
me diga que eres tú.

EN UNA BIBLIOTECA MUNICIPAL DE BARRIO

La joven directora del centro, afiliada a Podemos,
presenta brevemente al “ilustre poeta”
esperando que el acto termine lo más pronto posible.
El editor se aburre, le aprieta la corbata y se incómoda
por la poca asistencia que ha tenido el evento,
y cuenta, una vez más, los libros no vendidos.
Y eso que el trovador, viejo y desencantado,
ha estado muy amable,
como si al fin se hubiera bajado de la torre
donde el marfil había envejecido,
aunque siga llevando chaleco de bohemio y corbata de seda.
Lo presenta un poeta, un poco de memoria, elogiando la técnica,
la astucia, el estilo de la obra poética del viejo compañero.
Entre los asistentes algunos jubilados que se duermen,
una pareja gay enamorada,
tres ancianas que saben que al final habrá tortilla y vino,
la penúltima amante del poeta,
y una amiga de la misma cosecha que la estrella,
con un pañuelo rojo que es como una llamarada por su cuello,
que suspira y cambia de postura
cuando escucha al poeta recordar sus amores
entre los que ella estuvo hace ya muchos años.
En la última fila, un mitómano tímido y buskowsniano,
se estremece ante cada palabra del experto: es poeta y es joven.
Al terminar el acto se acerca tembloroso y suplica al Maestro
que le firme el libro presentado (es el mismo de siempre,
el que escribió hace años) y se marcha a su casa
como quien lleva un cuerpo.
Es cierto que entre poema y charla del poeta,
el discípulo amado miraba de reojo a la bibliotecaria,
gestos cortantes, autoritaria y firme, pechos como los de una virgen,
y pensaba que ella era el poema que arde, la poesía,
la luz que iluminaba la penumbra del local.
¡Cómo le gustaría llevársela a la cama,
leerle algún poema y follarla como dicen que follan las tías liberadas
y como dicen que el maestro de joven follaba a sus amantes!

LA MANO DE MI PADRE

Mi madre lleva guantes, abanico
y en el bolso, los recordatorios
de la primera comunión de mi hermano.
A mi hermano se le enreda el rosario entre los guantes
como una cobra de plata que resbala,
le cuelga el crucifijo de oro que tiene ladeado
y los zapatos le brillan como si Dios fuera su espejo.
Yo llevo una chaqueta que no tiene solapas 
y me aprietan bastante los zapatos que están llenos de polvo.
De la forma que mi padre me coge de la mano,
como un jilguero en la jaula enorme de la suya,
parece que me va a proteger para toda la vida.
En mi primera comunión llevé el traje de mi hermano
y mi madre, sin guantes ni abanico,
guardaba en el bolso de su vientre
otro recordatorio de los ochos que mi padre le imprimió.
A veces siento la mano congelada de mi padre que me aprieta
y me quiere llevar a los infiernos donde ahora descansa.
En la fotografía, en blanco y negro, la hoguera no se ve.

ESTATUA

Frente al lago una estatua de viejo
recompone el pasado; mármol sus movimientos,
la cicatriz del tiempo dueña de su mirada.
Un desfile de gritos, de colores y fuerza
pasan por su tribuna rindiéndole recuerdo.
Él también fue una flecha en aquel parque
y recordó a Cavafis. No reproches,
nada que lamentar. Cuando en amor,
su vida fue un ejemplo, un gozo cotidiano
con pocos compartido, deseo a cada instante.
Para seguir viviendo, él bien lo sabe,
necesita mirarse vivamente
en el río de vida que fluye frente a él;
para reconocerse, el espejo del lago,
su juventud, la gracia de su cuerpo,
aquellos ojos, su flexible ternura...
Un aire extraño le estremece
y sabe que el invierno ha de llegar
borrando este paisaje que le mantiene alerta.
Esperar que la nieve le arrope suavemente,
de la misma manera que su amor le abrazaba,
y allí quedarse, viviendo para siempre
entre estos cuerpos que, ahora inalcanzables,
van buscando, ardientemente enamorados,
un lugar en la noche. Como él lo buscara.

LA MANERA DE W. S.
MIRANDO UNOS LIRIOS

1
Al llegar ocuparon un lugar cerca de la ventana,
medio abiertos midieron el espacio
hasta hacerse los dueños del silencio
y tomaron la casa.

2
Me llamó la espesura del perfume,
como cuando unas voces me arrastraban
de noche a la maleza,
y me acerqué al borde del abismo.
Aquí solo la esencia me esperaba,
allí la muerte.

3
Entró la nieve con olor a verano,
seda desposeída de su tacto nupcial,
siete alondras de acero
con las plumas rozadas con acento de Brooklyn.

4
Si la sombra está arada, mirlos de vuelta al Sur,
octubre es ese brote sin abrir
doblándose de agua.
No sabe para qué sirve la sed.

5
Desde la orilla de los estambres, clavos de la Pasión,
se adivinaba un río caudaloso:
polen dorado que fluía sobre un cauce de cieno.

6
En los tallos una mística armadura
de santos que murieron en olor de castidad.
Dolores de cilicios como dientes de lobos.

7
Un bisturí de luz y sombra
apuñalaba el tizne que crecía
en la espina dorsal de una paloma.
  
8
Blanco España,
sabotaje de cal en la pared en luto:
seis pétalos abriéndose,
pañales impregnados de loción a granel,
sin tierra y sin raigón.

9
El peso de la muerte se filtra en las raíces.

10
El verano se llevó el canto de los pájaros
y en la fachada de ladrillos rojos
se sofocó el incendio.

11
Rota la tela metálica de la noche
la piel se volvió sucia
y la lluvia escribió en los cristales
nombres que no olvidamos.

12
Ahora esperan que venga la ceniza,
que comience la hoguera a quemar los despojos
y regrese el temblor entre las sabanas.

13
El agua del florero sabe amarga,
se marchitó el perfume y ni la lluvia borra
ese olor tan espeso que dice que eres viejo.

DE CALENDARIO PERPETUO (TINTA CHINA)

Enero
Amotinada,
  la nieve comunera
    resiste al sol.
Febrero
Son precursoras
  y serán degolladas
    con sed de agua.
Marzo
La nieve altiva
  en la cárcel del agua
    cumple condena.
Abril
La niebla espesa
  a los ojos del puente
    ojeras pone.
Mayo
La rosa clava
  la espina de su esencia
    cuando recuerda.
Junio
Por la maleza
  un relámpago enciende
    la cremallera.

VILLANCICO DE LA PALOMA HERIDA

¿Dónde se esconde tu hiel,
cazadora sin fortuna,
en qué parte de tu piel
has escondido la miel
que le has robado a la luna?

Bebe de su corazón
y de su blancura toma
y apréndete la canción
antes de que el cazador
mate a la blanca paloma.

¿Dónde se esconde tu hiel,
ojeadora inoportuna,
en qué parte de tu piel?

SANGRE

Es la segunda piel, la anónima fachada,
enterrada y bien viva, palpitando,
una envoltura frágil
que encubre su obediente hidrografía.
Sin mar donde llegar
se desvía por montes y caminos,
se enfrente a Polifemo, ruge,
cruza sierras latiendo,
se adentra en la memoria de la vena,
se serena, se defiende si siente el aguijón,
como aceite resbala,
como gacela herida se retira.
Igual que el mar tropieza, retrocede
y está siempre naciendo, a veces, retrasada,
asoma su algodón de escandaloso rojo
en un delta de meses y recuentos.
El cansancio la llena de salitre
y en un osario de asombro milagroso
coagulada se asfixia al salir a la vida.

SABOTAJE

Hay peligro de bombas
y oyen desde la alcoba las sirenas
que destrozan la luz en la ventana.
Temerosos salen después al parque
y sin rozarse se saben abrazados.
¿Dónde irá, se preguntan, el temblor de la luz
cuando llenos de sombra no vean la cometa,
no oigan las sirenas, no tiemblen al roce de una boca
y el parque les resulte impreciso y borroso?
El rumor de las hojas
extiende el miedo al atentado.
Crece cerca el aviso metal de la sirena.

PIEDRA

Al final de la tarde,
después de un día oscuro
su piel acartonada en los tejados,
lluvia de madrugada
y un viento suave de tiza humedecido,
por un instante breve, nace una luz cansada
que bautiza de fiesta a las fachadas.
Me acerco a la ventana
y el paisaje nombrado tantas veces
me enmarca un lienzo nuevo,
mientras la luz perfuma tus temblores.
Al inclinarme lento a descifrar
la piedra iluminada de tu valle,
el tiempo me recibe con sus montes
cerrados, convirtiendo mis labios
en torpes espejismos donde el deseo
muerde su enigma más helado.
Y escuchando el sonido del incendio
de nuestro antiguo fuego,
confundido por códigos y signos
que son indescifrables,
me hundo en la ceniza de tu almohada,
a que llegue la noche y me condene
desnudo entre la piel de tu paisaje.

7-7-71 7-7-15.
LO QUE EL FUEGO SE LLEVO. 

Fundió las doce piedras que fueron nuestras arras
aquel verano del 71.
Resecó el perfume de tu boca,
carbonizó el pez escurridizo de tu lengua,
oxidó nuestros labios
y abrasados quedaron nuestros besos:
dos tizones tus ojos. 
Inundó de salitre la sombra del pasillo
en la que tropezamos una noche,
vistiendo de verano a la humedad filtrada en el armario.
Nos despojó de vicios y nos cargó las manos de carbones,
el lecho un enrejado al rojo vivo y la alcoba una fragua.
Derramó en el Lacoste azul marino un barco de lejía,
oscureció las fechas en nuestro calendario
e hizo leña de los huesos del aire.
Y ya al final nos convirtió en rescoldos.
Cartas, torres, diarios y consignas ardieron en la hoguera,
el olor a lavanda se convirtió en azufre
y se llevó a los nuestros.
Sin ellos somos dos esqueletos de ceniza arropados de nieve.
Desde entonces.

MIRADAS

La niebla empaña mi mirada
y al pasar por el lago
ve dos cisnes felices
que escriben en el agua
un mensaje secreto
con mala ortografía y tinta seca
que yo puedo leer y tú no puedes.
Tú crees que son dos patos
que volando hacia el Sur
hacen tiempo en el lago
cebándose de pan
que les dan los vecinos.
Dentro de poco ya no estarán
mis cisnes ni tus patos,
yo seguiré nublado con la niebla
y tú verás más claro cada día

PREGUNTA

En la mañana
la luz hablaba a gritos,
la sombra muda.
En el atardecer
el miedo a reflejarse
sin saber
si es la sombra del cuerpo
la que quema
o es el fuego del alma
que se extingue.
Ya con la oscuridad te haces la pregunta
que no tiene respuesta:
¿Ha sido siempre la sombra tan pesada?
Noche clara del cuerpo.

ESTATUA

Frente al lago una estatua de viejo
recompone el pasado; mármol sus movimientos,
la cicatriz del tiempo dueña de su mirada.
Un desfile de gritos, de colores y fuerza
pasan por su tribuna rindiéndole recuerdo.
El también fue una flecha en aquel parque
y recordó a Cavafis. No reproches,
nada que lamentar. Cuando en amor,
su vida fue un ejemplo, un gozo cotidiano
con pocos compartido, deseo a cada instante.
Para seguir viviendo, él bien lo sabe,
necesita mirarse vivamente
en el río de vida que fluye frente a él;
para reconocerse, el espejo del lago,
su juventud, la gracia de su cuerpo,
aquellos ojos, su flexible ternura...
Un aire extraño le estremece
y sabe que el invierno ha de llegar
borrando este paisaje que le mantiene alerta.
Esperar que la nieve le arrope suavemente,
de la misma manera que su amor le abrazaba,
y allí quedarse, viviendo para siempre
entre estos cuerpos que, ahora inalcanzables,
van buscando, ardientemente enamorados,
un lugar en la noche. Como él lo buscara.

BOCA DE LOBO

¿En qué infierno proclama su dolor
la sombra más oscura?
Y si lo siente, ¿qué hondura exige,
a qué pozo hay que llegar para saciar
la sed de amargo vino negro
que hiere y emborracha con certero
navajazo las vísceras del sol?
Y si la sombra se enamora,
¿qué azabache ha de elegir
para adornar sus pechos y su sexo?
¿en qué boca de lobo morirá degollada?
(dentelladas nupciales de la bestia que en celo
excomulga a la albura con su pezuña atea)
¿de qué profunda mina sacará los metales
para hacerse las arras?
¿qué príncipe de luto riguroso,
en el tablero medieval del tiempo,
acuchilla a la dama con su espada de ónix
ganando la partida a la Edad Media?
Coronada de endrino,
con collares del más serio carbón,
¿no eres tú sombra mía la luz de lo más negro?
Al doblar tu esqueleto
y descubrir tus ojos en la testuz del alba,

¿no es acaso lo que llamamos muerte?


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