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Efi Cubero



ALMENDRA

Apostada en la luz sólo atisbé la sombra.
Volaban ante mí, me rodeaban, los pétalos del frío.
Un silencio sin pájaros y el árbol que brillaba
mojado por las aguas de febrero,
me advirtió de que existe después de la inocencia,
una férrea coraza que protege de toda podredumbre,
de la meliflua, la sutil blandura, que en vano intenta
devorar el fruto de ese interior que cuaja en soledades.

Toda cáscara amarga nos mantiene y aísla.
Nos defiende.
Preserva el corazón de lo que importa,
ajeno a la codicia del mordisco.
Esencialmente vivo.
Invulnerable.

AZAR

I
Igual que si agitara un cubilete
anuncia así que inicia la partida.

Como un juego de azar, compone el gesto
enfrentado ante sí, o ante lo blanco
del blanco en el vacío.
De aquello que persigue conoce la crudeza,
la intemperie,
la brevedad del tiempo, la carcoma,
que socava el vivir,
tal vez soñar o así, como dijeron
otros antes que él.
Su finísimo instinto presiente el aleteo,
e inicia ese tanteo como un reto, ras, ras,
ras, ras, ras...Sólo escucha la música
del interior, la agilidad del pulso,
colores que le brinda
la luz en calma que desnuda el muro,
la propia soledad y la advertencia
del oficio y la lucha.
Cubre el campo de acción la vastedad del sitio,
y la mirada observa más allá del olvido.

II
Se inclina la promesa sobre lo inacabado
en la duda de ser.
Trazos se afilan, vientos se desangran,
el cielo en el cristal del infinito,
se diluye el sentir, se magnifica.
Sobre la escena previa
no hay palabras que ordenen ni cálamos
que adviertan el porqué de este impulso...
No hay sosiego ni tregua.
Sólo la incertidumbre.
Se afanan necrológicas sobre el saldo final,
y la luz sigue, sin aclarar nada,
mas la naturaleza se transforma
misteriosa y sutil, como conquista en sí,
como cambiante sed: y teme.
Y sabe, espera,
que en el mermado sueño
la ceniza, que el cigarro consume,
avente el fuego vivo. No anhela
la pirotecnia azul, la fácil magia
de lo ya aprehendido...

III
La búsqueda,
el extremo, lo no hollado,
la acción sobre el pensar es lo que ama,
y sentir, y sentir, y siente, y vibra
la soledad con él, tan real, tan vital,
sólo silencio, ajena a todo, anónima,
esperando beber la última gota
donde impera la duda, el desconsuelo,
acíbar, miel, trago final, principio,
consecuencia,
que se expande febril en la esperanza.
Por fin... obra acabada.

Termina el acto. Se ha manchado los dedos.
Queda en el fondo de la noche queda.
Sabe muy bien, aguarda,
que no concluya nunca
el vértigo sin fin
de este deseo.

Desde siempre me fascinó Sevilla, la ciudad tensa y clara, y para mí enigmática, con poso y peso de Historia y de Cultura de siglos y milenios. Sabia y antigua, y a la vez tan nueva, con esa ligereza leve como las alas de los pájaros que la pueblan. He jugado en este poema, de largo alcance, con las esferas, ya sean las canicas irisadas del recuerdo de la infancia, o las naranjas amargas que embellecen la ciudad pero que no pueden saborearse. Círculos o esferas de eternidad que, como la Poesía, lo contienen todo. El río que divide Triana y Sevilla parte en dos los sentimientos, los matices, como la propia vida, la sensación de fugacidad entre huir y quedarse. Obra donde prevalecen los conceptos que un buen poema ha de poseer: la inmediatez de lo observado en el instante mismo de la contemplación y la eternidad expresiva que cruza los tiempos todos y logra hacerse universal.

CIUDAD

I
Te deslumbra este cielo
decidido en matices,
disperso de colores
cambiantes como el río
que resbala en tus ojos
igual que las canicas
de cristal de tu hermano,
en la lejana infancia…
El agua parte en dos los sentimientos.
El agua, como el cielo,
presente de la tarde
que baila en la mirada
expresando el por qué de la alegría.

II
Una ciudad de pájaros,
-tan antigua, tan nueva-
te acompaña.
Un sabor a naranjas escoltando las calles.
La fruta resplandece,
no la puedes probar
y tú lo sabes:
La mirada lo sabe.

La pulpa va cayendo
para dar paso al sueño de azahar,
ese dormido aroma
que siempre se despierta
en primavera.

Y aunque la luz se oculte en el abrigo
que cobija del frío
y la noche te llene
-quizás- de incertidumbre;
te queda en el bolsillo,
esa esfera irisada de ilusión fugitiva.

COSTUMBRE

Tan familiar y ajeno lugar de la costumbre,
los pies pisan la calle. Muchas veces,
cuando no pueden más, reclaman tierra.
Hacía el fino cristal
de la mañana crecida de rocío,
los reconcilio con mi propio aire.
Hacia allí sin pensar los encamino
para que sacien su ansia de pureza.
Existe otra verdad:
tampoco es inocente el campo que los ama.
Hubo batallas que lo verde omite...
Con una compasión deslumbradora.

DÁTIL

Piel adherida al hueso
eremítico y duro.
Compacta miel que dora
la fiebre del ocaso.
Brilla como espejuelo
de dulce cobertura
alto e inalcanzable
para labios sedientos.
Para pasos fundidos
con antiguas arenas
que como el agua llevan
despierta la memoria.

BATALLAS

Cuando uno es niño y libra cien batallas
ni sabe ni imagina que ese juego incruento
no ha tenido en la historia de los hombres
nada que sea apacible.
Cuando uno es niño escribe con los ojos.
Frente a los goterones que empapan los almendros,
recibe entre las manos su ensimismada luz,
calibra como ahora las sílabas de lluvia
y las deja que caigan lentamente
formando los regueros sobre el tiempo
como en la tierra blanda de los brotes
sobre la paz de algunos nombres idos.

TEXTO

Texto de la existencia
de larga duración inacabada
que arropas y no aíslas.
El alma se ocupaba de buscarte
una eternidad simple como un juego
y todo era infinito.
Comprométeme a fondo,
que sienta tu saber en mi ignorancia;
que la lámpara ignore que es de noche,
 y la ventana acerque la tarta de la luna
para que se alimente la escritura.

(Y  vamos a escaparnos del embozo
tú y yo multiplicando las estrellas).

EXISTIR

Ya no puedo traspasar sus umbrales,
ni mirar esa bóveda que era el techo del mundo.

¿Existí alguna vez?

Mi casa es un espectro que habita en la memoria.
Desde ese centro ambiguo
un pedazo de muro desconchado
                                                       recuerda.


LABERINTO
 
Si penetras las claves de cualquier laberinto
recuerda que te aguarda la salida.
Las alas que sucumben en descenso
abrasadas de sol y de utopía.
El ovillo, el espejo
por los itinerarios de las sombras:
la ebriedad de la sangre
el olvido.

JARA

Hay una luz mojada de abandono
en el zumbido dulce que presiente la miel
sobre la flor de jara.
Respiras por las venas de la secreta voz
que te dictó por siempre la tierra y sus verdades.
Tuve tiempo de ver, de saber escuchar otras razones
que al interior desnudan y preceden
con tan sólo observar el vuelo de un insecto.
Una lengua nos llega del fondo de la vida,
un lenguaje que habita los bordes de la noche,
las mentiras del tiempo, la energía del barro,
las trampas del amor, los enigmas del agua.
Yo sé que en estas franjas de aromas que aún aspiras
el tiempo es este vuelo que arrebata la esencia,
la visión reversible de tu mundo y del mundo.
Y, cuando todo pase y tu paso sea olvido,
la flor de jara, entonces, te sobrevivirá.
Pero tu voz ―lo sabes― se alzará consecuente,
sobre las flores, sobre las abejas,
sobre la duda, sobre la incerteza,
sobre la noche, sobre el abandono.

HERIDAS

I
Conoce bien el género que trata,
vive inmerso en los giros de la vida y en sus complejidades
frente a la oscura trama de hacer determinadas concesiones
ante los intereses codiciosos.
No se conforma solo con lo bello, desea
que de igual forma la belleza y la fealdad respiren;
el bien y el mal tratados con la misma crudeza.
Con la misma pasión frente a la vida, lucha y toma partido,
deja tal cual el mundo ante los ojos, el horror y el amor,
que cada cual se adentre sacando así sus propias conclusiones.
Ni él es un moralista ni acaso lo desea ni jamás lo pretende.
Fue forjado del polvo y de los lodos que impregnan su andadura,
tan complicada; difícil seductor que ama la vida
y siempre nos sorprende y desconcierta.
Demuestra un gran respeto hacia la luz.
La luz de la creación, de lo creado, sin obviar lo terreno
de esa muerte que acecha y acompaña y a la que reta
en pleno desafío, con la que no torea de salón,
a la que planta cara, reflexiona ante ella, como el amante
teme y la desea, hunde el tiempo en el barro, pone su mano
al fuego del instante; es intenso, brutal y delicado,
con la profunda complejidad viva del perfil doble
de este ser humano que alienta llamas, prende la hojarasca,

II
respetando las brasas del íntimo rescoldo.
No mitifica nada. Nada contra corriente. Sigue todos los vientos.
Ahonda en la sabia duda de quienes le preceden. Vive. Lucha.
Se entrega con apasionamiento desmedido haciendo estragos.
Rompe los esquemas, conscientemente lúcido,
midiendo cada acción de lo que intuye propio
entre sus personales convicciones, en la pasión
hacia este mundo adverso, creado por azar a su medida.
Fuerza y brutalidad, y el amargo sentido de lo que es trascendente
en la luz contrastada que denuncia la oscuridad que acecha
y se abre paso libre entre las sombras del único desvelo.
Es la luz cenital que nos descubre la magia del soporte,
el tacto reposado y la humildad de todo. Sus miserias:
la indiferencia ante el dolor ajeno, la dignidad valiente,
la carga humana de las decisiones, en las vacilaciones…

¿Qué fuerza o qué febril desasosiego le incita a pelear,
a herir y a que lo hieran?
Conoce los exilios, las cárceles del tiempo, lo abyecto, lo sublime
y todo lo más bajo siempre es perpetuado envuelto en la belleza
igual que en la crueldad, en el misterio, la ternura o el sueño
que protege y redime…Una bárbara muerte lo salpica de vida.
La huella que desliza en la arena del mundo un ser atormentado.
Irrepetible.

DESPLAZAMIENTOS    

Se reúnen, en torno al árbol como los hititas.
Quedan para entonar antiguos cantos,
palabras como signos
que descifran el mundo que han perdido.
El vino saborean y la delgada lámina comparten
fundiendo los sonidos, los sabores,
el amasado pan de los matices que abriga las ausencias.
Se afirman los acentos con un fondo distinto al recordado.
Y es nostalgia la prisa,
y es  rescoldo la brasa
que enciende la mirada.
Los cerca el gris,
los cerca la costumbre,
el armazón alzado y el acero
o la delicadeza del diseño
apuntando a la altura.
El asfalto los cerca.
En la precariedad de las laderas
no hay nada horizontal,
salvo el reflejo
del mar que se adivina,
y es espejismo inscrito en el suburbio
de los aconteceres cotidianos.
La metáfora fiel de los desiertos
donde se desorientan los deseos.

LASTRE    

Desdoblado despliegue,
las islas emergentes
como una sucesión de lejanías.

Navego con el lastre
de todo lo soñado.

FUGA

Cuando la niebla se disipa, sientes,
que en la extensión del mar,
allá, a lo lejos,
la luz intermitente te señala
un espacio…

(Todo desplazamiento
presupone una fuga)

PASIÓN DEL GRAFITERO

Me fascina su gesto en rebeldía.
Revela sin dudarlo
la búsqueda implacable
de ese instante fugaz
donde perpetuarse.

FUENTE

Estábamos al sol del pensamiento en una tarde clara.
Frente a la mar  hablamos de todo en confidencia.
Sólo genero historia, me dijiste, no es esencia, es historia.
Tu drama existencial me conmovía y yo me limitaba a comprender,
sustentar ese duelo, acompañarte – quizá – en el sentimiento.
Desde aquel soliloquio disfrazado de diálogo
la semilla parecía que afloraba, tal vez manifestarse;
la estela precursora del principio empujaba tu mundo
como la espuma ambigua de un trazado de arena.
Sentí esta travesía como propia mientras tú
recostabas palabras en mi hombro.
De pronto aquel silencio repentino que rompiste en voz baja.
El dolor contenido en el deseo:
-Mientras manaba no estuve en la fuente. – Confesaste-
El  vacío de tener que comprar la vida embotellada.

HUELLA  

 (Para Basilio Sánchez)
¿Dónde pasó el pasado
cuando acaso soñé lo que me dije
La eternidad fue un trozo de cielo
 en las encinas.
 Una huella en el agua de los días.
 Lo que queda en los ojos después
 de los asombros.
 Lo que al pasar la página
 puede desvanecerse.
 Un sobresalto ante lo prefijado:
 la comunicación del otro extremo
 que prende el fuego sobre la materia.
 Tan sólo queda lo incomunicable.
 Esta forma de ser de la palabra,
 que tan bien conocemos,
 cuando regresa al tiempo del silencio.



















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