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Antonio Parra Ruiz

 
SOLEDAD

Soñarás con la rama con la que edificaste
palacios solemnes para majestades humanas
que hoy su voluntad te deniegan. Muro tras muro
devastarán tu obra de barro, seda, delicadas porcelanas
robadas de tus entrañas, como un pabilo ya sin cera
en la que sustentarse. No tendrás ardidos labios
que griten si arrabio y menguarán las mordedoras
quejas de los que aún como madre te contemplan.
No habrá otros signos de existencia que aquellos
de las sombras hechas de grises trapos, cáscaras
de lo que un día fuiste. Nadie testimoniará la verdad
de tu suelo mientras la soledad sea tu día y tu noche.

ALGÚN DÍA

Ese día en el que ya no vuelva a la jubilosa luz
que se palpa crecer en los bordes del agua,
un signo, como señal brevísima, acuñará tu olvido
cual abierta cicatriz del canal derramándose.

Aunque veas la vestimenta rota de las estaciones
sobre el estilete de mármol del desbaratado puente,
el hábil artificio de las ramas del decir, envolverán
con su engaño el incendio de mi voz deshabitada.

Y en la noche decayendo, cuando la alondra duerma,
un acogedor silencio señalará mi paso como huella
indeleble, y en el agónico hilo de tu desolada forma,
vagará mi sombra en los días perdidos y acabados.

CUANDO SEPAS

Acechando las puertas por si abren sus pétalos,
van tus ojos buscando la tenue luz de los sueños,
y su ahogada presencia que pugna por dejarte
yace entre la porcelana rota a los pies de la mesa.

Y está la casa oscura e hinchada la madera
del óxido de los años y la sequedad del tiempo,
y ese inhabitable otoño con su flor de la lluvia,
irremediablemente va despacio ovillándose.

Ahora que ya conoces que está tu vida hecha
de fragmentos del tiempo y harapos de los días,
el ácido feroz e invisible que derrama el olvido,
corroerá la banal humareda inútil de tu espera.

AUTORRETRATO

Frecuentemente, apoyada la frente
en el cristal me desmiento de cuanto
dije en otras principescas sedes. No conservo
fidelidad al orden establecido. Ningún
aroma me queda por descifrar y no proclamo
sentencias que se ajusten
a la sustancia de cuanto fui. El arroyo
en el que navego, refleja una imagen
más veraz que el espejo de cada día

RETRATO

Y aquel retrato que con desmedido furor
heriste con el artificio de los celos, yace
aún guardado en un desván. Hora tras hora,
acumula manchas y envenenados colores.
Inmóvil se alimenta del desamor
en la incumplida promesa, en la esperanza
inútil del recuerdo. Un día alguien rasgará
su arrugado papel y serás para siempre
un oscuro y olvidado fracaso.

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